30.5.06

Gastando el dinero que no tenemos.


El sábado pasado mi santo y yo fuimos a exponernos a un brote de alergia y a gastarnos el dinero que no tenemos en la feria del libro que estos días le da vidilla al parque de El Retiro.
Plenamente conscientes de lo paupérrimo de nuestra economía familiar, nos pusimos un límite de gasto antes de salir de casa. Y sacamos del banco el dinero justo.:Si no llevas más encima, no gastas más, aun cuando la tentación sea grande.
Mentira. Por supuesto, nos pasamos del presupuesto y la última adquisición la hicimos a golpe de tarjeta.
Gracias a Dior habíamos reservado mesa para cenar, por lo que antes de perder los papeles del todo, nos marchamos.

Estando en la feria nos encontramos repetidamente con Sue y D. que andaban haciendo una cola tras otra. Para tranquilidad de todos, os diré que Sue no agredió a ningún autor discapacitado, al menos en mi presencia.

En fin, a lo que íbamos. Estas son las adquisiciones que hicimos:

- El porqué de las cosas, Quim Monzó. No sé por qué, pero me llamó tanto la atención como para comprarlo.
- Memoria de mis putas tristes, Gabriel García Márquez. Le tengo ganas desde hace tiempo, tenía buen precio, así que me lo llevé.
- Si Sabino viviría, Iban Zaldua. No me digais que viendo esta portada y esta sinopsis no os apetece leerlo. Quic, cual friki que es, se lanzó de cabeza a por él y le pidió una dedicatoria al autor que aún no he conseguido entender, y eso que está en castellano.
- Alá Superstar, T.B. Por lo visto, el autor firma así por su propia seguridad. El señor que lo vendía nos preguntó si habíamos leído no sé qué artículo en no sé que medio, porque decía que se habían disparado las ventas desde que se publicó la reseña. Quic le dijo que no, que a él le basta y le sobra consigo mismo para conocer libros interesantes (o a lo mejor no le dijo eso, sino que lo pensé yo).
- El libro negro de las mafias, Albert Castillón. Pasamos por delante, Quic llamó mi atención. Miré la contraportada, la leí y dije "Hombre, puede estar interesante". Quic dijo: "Creo que este chico piensa lo mismo". Sí, sí, era el autor. Nos pusimos a hablar, y al final lo compré más por vergüenza que por otra cosa, porque, hombre, interesante puede ser, pero yo hubiera esperado a que bajase de precio.

Y esto es todo amigos, que aunque no lo parezca, llevo desde esta mañana para escribir este peñazo, y son las 18:53 h. Hala, a mamarla.




24.5.06

Madre no hay más que una, y a ti te encontré en la calle.




Feminista que está una, hoy quiero hacer un sentido homenaje a las mamás, esos seres que más que humanos son súper héroes que, cual un McGiver cualquiera, son capaces de hacer mil cosas a la vez sin siquiera despeinarse.

Hace ya tiempo que Quic le dedicó este post a su supermamá particular.

Yo quiero dedicar éste a poner de manifiesto mi absoluta creencia de que las madres son como son, tan madres, por la influencia de algún tipo de extraño fenómeno que tiene lugar en el momento del parto o, en defecto de éste, en el momento de firmar los papeles de la adopción.

En esta tendencia a generalizar que últimamente me caracteriza, afirmaré sin temor a meter la pata que todas las madres tienen una serie de características en común, de las que carecemos aquellas a las que la maternidad no nos ha llamado aún.

Evidentemente, para llegar a estas conclusiones me he basado principalmente en mi propia madre, que no sólo es madre, sino que lo es un porrón de veces, por lo que en ella todas estas características están muy, pero que muy, pronunciadas.

1.- El bolso: Todas las tías, por lo general, solemos llevar un gran bolso lleno de cosas que a los demás les parecen inservibles pero sin las cuales no podemos salir de casa. Pero lo de las madres es de traca.

En un bolso de madre puedes encontrar un yo-yó, una peonza, lápices de colores, tiritas, aguja e hilo, un cuaderno, kleenex, una pieza de fruta, treintamil tazos, una goma del pelo, una goma de borrar, una barbie, un coche de bomberos, una botellita de suero fisiológico, un pañal, crema hidratante...

Creíamos que el bolso mágico de Mary Poppins era una invención, pero no, ¡estaba basado en un bolso de madre!

2.- Los nombres: Una mujer, cuando se convierte en madre, irremediablemente olvida el nombre de las cosas y lo sencillo que puede resultar dar órdenes cuándo se expresa uno con claridad. Comienzan a pedirte las cosas con expresiones tales como "traéme la cosa marrón, que está sobre lo verde, en la habitación aquella".

Por no hablar de cuando llaman a unos hijos con el nombre de otros, o incluso con el del perro.

Lo más triste es que los hijos, a los que nos han lavado el cerebro desde recién nacidos, las entendemos.

3.- Poca necesidad de dormir: Las madres se acuestan tarde, porque después de bañar a los niños, darles de cenar, leerles un cuento... Cenan ellas, recogen los cacharros, cosen un botón que se ha caído del babi del cole, cortan la tela para el disfraz del baile de fin de curso y por fin aprovechan un poco su tiempo libre y tranquilo...

Durante la noche se despiertan al mínimo ruido, cuando el nene tose, cuando el nene se hace pis, cuando el nene tiene miedo, cuando el nene tiene sed...

Y por la mañana se levantan bien temprano, para ducharse, despertar a los nenes con cariño, prepararles el desayuno, volver a despertarles al grito de "hoy llegais al cole tarde", preparar el bocadillo para media mañana...

Esto desemboca en el hecho de que a las madres les baste con dormir un par de horas. Lo cual, cuando eres adolescente, es una auténtica putada: se despiertan cuando llegas, por lo que se enteran de que llegas tarde y tajada, y se despiertan cada vez que te mueves, por lo que se enteran cada vez que vas al baño a potar y a las ocho de la mañana están en pie, cantando pasodobles y descojonándose del dolor de cabeza que te están causando (¿o eso es sólo la mia?) .

4.- Memoria para los detalles: las madres se acuerdan de un montón de cosas, relacionadas con sus hijos, que a los demás no nos llamarían nunca la atención. Que fulanito no come pimiento verde, que menganito bebe tónica, que a zutana le gusta una pastita con el café, que llames a tal porque es su cumpleaños, que llames a Pascual para ver que le dijo ayer el médico, que la comida favorita de aquél es aquélla...

En mi madre, dado lo enorme de su número de hijos, ésta es una virtud que admiro muchísimo. Yo no me sé la mitad de las fechas de cumpleaños de mis hermanos, y ella se acuerda de los cumpleaños, santos y aniversarios de boda de sus hijos, hijas, yernos y nueras. Por no hablar de las fechas relacionadas con los nietos.

Además, sabe cuando tienes un día importante, crucial, y siempre te llama para ver qué tal. En mi época de estudiante siempre le pedía que pensara en mí a la hora que tenía el examen, en la firme creencia de que me daba buena suerte. Hoy en día, en esos días que tiene mi profesión en los que te juegas el trabajo de meses a una carta, le sigo pidiendo que se acuerde de mí a una hora concreta. Seguro que a veces se le olvidará, pero estoy convencida de que el 95% de las veces se acuerda, bien cinco minutos antes, bien cinco minutos después ¿Por qué? Porque es una madre de raza, y las madres se acuerdan de las cosas.

5.- Frases hechas y refranes: Las madres, para educar a sus hijos, recurren a los dichos populares. "Tanto va el cántaro a la fuente..."; "A buen hambre no hay pan duro"; "No pasa nada hasta que pasa"; "Quien a los suyos se parece..."; "Allá donde fueres..."

Como decía, yo creo que todas estas cosas se adquieren al convertirte en madre. Yo, que cada vez abrazo con más alegría la idea de no serlo nunca, creo que no podré comprobarlo por mí misma, pero mi hermana dará a luz su primer hijo dentro de poco y pienso estar atenta a todos los cambios que experimente.

22.5.06

¿Sexo débil? ¡Ja!



Dicen que el femenino es el sexo débil. Me río yo de la fortaleza de los hombres.

Aún a riesgo de ser linchada por los Haters, lo afirmaré sin miedo: los hombres son más débiles, tanto física como psicológicamente.

En cuanto a la faceta psicológica de tal debilidad, he de decir que ahora que están tan de moda las depresiones y ansiedades, conozco muchos más tíos que tías afectados de tales dolencias. (Conste de antemano que no quiero ofender ni ningunear la enfermedad de nadie ¿eh? -viva el buenrollismo-)

Pero lo cierto es que, de hecho, no conozco a ninguna mujer que esté deprimida o ansiosa en los conceptos clínicos del término. Y sí a varios hombres.

Quizá porque las mujeres estamos más acostumbradas a estar tristes, preocupadas, estresadas o lo que sea, y por ello no llegamos a los extremos. Me explico: creo yo que las mujeres somos más sensibles y más histéricas, lo somos de nacimiento. Por ello, estamos acostumbradas y no nos derrumbamos ante un aumento de sentimientos que, en definitiva, es lo que te lleva a una depresión o a un estado de ansiedad (toma frisbie, que diría eljorje).

En cambio, a los tíos, por regla general, les cuesta más expresar y asumir lo que sienten, no lo descargan con la facilidad que lo hacemos las niñas (con llamar a un par de amigas y desahogarnos durante aproximadamente ocho horas, asunto arreglado), lo guardan, lo guardan y cuando la cosa se complica, revientan.

Una conocida, con una vida bastante jodida, anda siempre de buen humor y sonriendo. Una vez le preguntaron cómo lo hacía y ella contestó lo siguiente: de vez en cuando me encierro en mi cuarto, me como una tableta de chocolate y rompo a llorar durante horas. Cuando se me acaban las lágrimas salgo y sigo con mi vida.

Si los chicos lloraran más, sufrirían menos.

Y tampoco físicamente son más fuertes. Cuando les duele algo, se convierten en muebles viejos: objetos inertes que sólo emiten sonidos quejumbrosos. Mi santo dice que es un tema genético, que las tías somos resistentes al dolor para poder aguantar un parto. Que ellos no podrían.

No sé si es por genética o por educación, pero en cualquier caso que aguantan menos el dolor es una verdad como un templo. Si a nosotras nos duele algo, aún somos capaces de limpiar la casa, ir a currar, salir a tomar algo, volver la casa, hacer la cena, aguantar a los niños y nos queda tiempo para mimarles un poquito. Si les pasa a ellos, simplemente dejan de existir. Y es que, como me dijo hace poco una amiga: no nos damos cuenta, pero sus dolencias son peores; sus diarreas son más fuertes, sus dolores de espalda son horribles, sus dolores de cabeza insufribles... les invalidan totalmente.

A nosotras no nos debe doler tanto, porque nos podemos seguir haciendo cargo de todo. Y cuando nos quejamos, ni caso, porque como seguimos activas resulta evidente que nos estamos quejando de vicio. Y si nos quejamos más, es que somos unas exageradas, porque, total, por un dolorcito de nada. Y no te cuento ya como nos apetezca estar a oscuras y en silencio porque no soportamos más esa maldita luz que entra por la ventana, así, de repente, sin venir a cuento. Hay que ver lo que exageramos.

No, caballero, no. Cuando tú te quejas, el dolor puede ser una simple molestia. Cuando yo me quejo, llevo aguantando una molestia tonta durante horas, si no días, y en este momento el dolor es insoportable. Y si vuelvo a oir un "venga, cálmate que no es para tanto" el dolor insoportable va a pasar de mi cuerpo a tu entrepierna, no sé si me explico.

En fin, que os quería ver yo soportando el cambio hormonal bestial (yo sí me pongo histérica, lo reconozco, y me creo en mi derecho de estarlo) y el dolor de ovarios/riñones/pechos/cabeza propios de la menstruación, mes a mes, sin faltar uno (y que siga así por muchos años, por Dior).

18.5.06

Borriquito como tú, o cómo ridiculizar a una escritora sobradilla.


El otro día recibí un e-mail que me hizo mucha gracia, se lo pasé a mi santo y él proclamó que lo pubicaría en su blog. Me jodió, porque podría haberlo publicado en el mío en lugar de pasárselo, y así tendría una actualización fácil, lo cual viene estupendamente dada mi poca creatividad.
Le puse de manifiesto mi frustración y, caballeroso que es él, me cedió el post. Honrada que es una, no puedo dejar de reconocer que la autoría real de éste, es suya.
Como quiera que fuere, aquí está. Este hombre debe tener mucho tiempo libre o haberse cabreado muchísimo con la Echevarría (¿es Echevarría o Etxebarría?) para entretenerse en escribir la perorata que os pego a continuación. En cualquier caso, un auténtico crack el lector en cuestión:

Lucía Echevarría, la famosa escritora dijo en una entrevista, que " murciélago" era la única palabra en el idioma español-castellano, que contenía las 5 vocales.
Pues El Señor José Fernando Blanco Sánchez, envió esta carta a un periódico, dando un repaso a la escritora y escribiendo varias palabras con las vocales...

Carta al director en un diario nacional... hace pocos días.

"Acabo de ver en la televisión estatal a Lucía Echevarría diciendo que 'murciélago' es la única palabra en nuestro idioma que tiene las cinco vocales. ¡Confiturera, frene la euforia! Un arquitecto escuálido llamado Aurelio (o Eulalio... o Ausencio) dice que lo más auténtico es tener un abuelito que lleve un traje reticulado y siga el arquetipo de aquél viejo reumático, desahuciado y repudiado, que consiguiera en su tiempo ser esquilado por un comunicante que cometió adulterio con una encubridora cerca del estanquillo (sin usar estimulador).

Señora escritora: si el peliagudo enunciado de la ecuación la deja irresoluta, olvide su menstruación y piense de modo jerárquico. No se atragante con esta perturbación, que no va con su milonguera y meticulosa educación, y repita conmigo, como diría Cantinflas: ¡Lo que es la falta de ignorancia!

José Fernando Blanco Sánchez"

16.5.06

Ni fu, ni fa.


Como bien ha relatado ya Quic, el sábado estuvimos en Glam Street, el nuevo bar de Tamara/Ámbar/Yurena, como sea.

Una noche mítica y espectacular, que diría mi santo.

No vengo a pisar la crónica de Quic, que ya ha relatado lo más interesante de la noche (excepto que no fuimos los únicos, ni los que más, perdiendo el sentido del ridículo a la hora de bailar)

Lo que vengo a contar es que a mí, los famosos, como que ni fu ni fa. Que me tocan un pie, vamos.
Quic decía el sábado que era una lástima no tener una cámara en el móvil para hacernos una foto con la famosa dueña del local. Yo agradecí no tenerla, porque me hubiera dado una vergüenza horrible.
No recuerdo cuándo fue la última vez que me emocioné por ver a un famoso, creo que fue el 15 de agosto de 1991, cuando Abel Resino, mi gran amor de siempre, me dió un autógrafo en el aeropuerto de Barajas. ¡Y lo acompañó de dos besos!
A partir de ahí, lo dicho, ni fu ni fa. Y para muestra, un botón:
Uno de los Rolling Stones vino a una galería de arte que hay debajo de casa de mi madre a presentar unas fotografías o no sé qué. Mis conocidos flipaban por el hecho de que no mi uniera al mogollón de gente que se apelotonó en la puerta de la galería para ver al susodicho llegar. Mi argumento, a mi parecer, era irrebatible: ¿Para qué me voy a pegar con la peña para ver a un tipo bajarse de un coche, andar dos metros de acera y entrar en un local? Si fuese a cantar o algo...
Tampoco los grandes eventos mediáticos me emocionan. Nunca olvidaré la indignación de G. cuando le conté que estaba a escasos metros del Windsor cuando se quemó y no me molesté en acercarme a mirar. "Era un rascacielos y estaba ardiendo. Lo tenía todo. No me lo explico." Es lo único que acertaba a decirme una y otra vez.
Pero toda regla tiene su excepción: Una vez, en los juzgados, me encontré con Carmina Ordoñez y su secretaria, que andaban pleiteando en tribunales y platós por aquel entonces. No pude resistir la tentación de emocionarme y llamar a mi santo para contárselo.

4.5.06

Yo de mayor quiero ser mafiosa.


Desde que leyera El padrino de Puzo hace mil años, siempre he tenido en la cabeza la idea de ser un capo de la mafia.
Evidentemente, la idea de que la gente muera por mi culpa me crea algún que otro remordimiento, pero si fuese posible extorsionar, matar, torturar, disponer de todo y todos como lo hiciera en la ficción D. Vito, sin que ello comportase un daño a los demás, me encantaría hacerlo.
Esa idea fue creciendo a medida que cayeron entre mis manos Mi vida en la Mafia, de Vincent Teresa, y otros del genial Puzo como La Mamma (The fortunate pilgrim), Omertá o el Último Don.
Poco a poco fueron cayendo en mis manos otros libros y dejé a mis queridos sicilianos relegados ante mi creciente obsesión de convertirme en un vampiro o en una bruja protagonista de las historias de Anne Rice (ese es otro relato, en el que en este momento no tenemos por qué entrar).
La cosa es que recientemente mis neuronas vuelven a fantasear con convertirme en Michael Corleone o, en su defecto y por estrictos motivos físicos, en la famélica Kay Adams (antes de que la muy tonta se divorciase, por supuesto).
¿Por qué vuelve a surgir este anhelo? Pues hemos de agradecérselo a Bernardo Provenzano. He de reconocer que mi interés por la mafia literaria no se ha extendido a la mafia real, por lo que servidora no tenía ni pajolera idea de quién era este hombre hasta que fue detenido.
Lo que me llamó la atención es que el sujeto en cuestión hubiera nacido, vivido, ocultado y finalmente sido detenido en Corleone, lugar que Mario Puzo, que sabía más de estos temas que yo, eligió como patria natal y, por ende, apellido ad hoc, de D. Vito y sus vástagos.
Lo de este lugar, por lo poco que he consultado en Google, debe ser de traca. Mafia siciliana en estado puro.
Y de ahí ha venido mi gran idea y el porqué de este denso post. Tengo la solución para todos los que, como yo, quieren ser mafiosos sin incumplir los sagrados mandamientos: Operación Padrino, o la Mafia de tu vida, todavía no lo tengo claro.
Un reality en el que dieciséis concursantes son encerrados durante tres meses en Corleone, divididos en dos equipos. Cada semana uno de los componentes será elegido Padrino por sus compañeros, se meterá algodones en los carrillos y gobernará su famiglia como crea oportuno.
Durante la semana, cada famiglia habrá de ganarse, por los métodos que tengan por conveniente, los favores, consejos y enseñanzas de los lugareños del pueblo, que de mafia deben saber un huevo.
Una vez a la semana, en horario de máxima audiencia, se declarará la guerra entre las famiglias y ganará la más mafiosa, o la que menos bajas tenga.
Vale, me queda pulirlo un poco, pero no me digais que no molaría. Esto es una experiencia y no la de supervivientes.
Por si acaso mi idea triunfa, me voy pidiendo el papel de consigliere, que de siempre mi favorito fue Tom Hagen.