31.7.06

On the town.


Me piro, por fin, de vacaciones. En unas horas abandonaré este despacho, esta mesa, este ordenador, para no verlos más hasta septiembre.
He de ocuparme de un par de cosas esta semana, pero lo haré en vaqueros y sin pasar por aquí, sin madrugar y sin atender a ningún cliente pesado. Un placer.
El sábado por la mañana cojo un avión rumbo, previa escala en Lisboa, a Nueva York, esa ciudad de la que todo el que ha estado asegura haberse enamorado nada más poner en ella un pie.
Por cuestiones que ya contó Quic, sólo estaremos una semanita. Pero espero exprimirla al máximo.
Lo que más me apetece es reconocer sitios por la calle. Aquéllo de "Mira, ahí es dónde Woody Allen dijo aquéllo" o "En esa esquina estaba la casa de Mónica". Por ello, el sábado adquirí Un día en Nueva York (On the town) y pienso hacer estos días que me quedan una maratón de pelis de Allen.
¿Soy paleta? Sí, ¿y qué?. Estoy deseando aterrizar allí y sentirme como Alfredo Landa.
Pienso ver todo lo que pueda, comer todo lo que pueda, beber todo lo que pueda, fumar como una apestada todo lo que pueda, comprar todo lo que vea.... Sólo hay una cosa que no tengo ninguna intención de hacer, algo que hizo mi madre hace unos taitantos años: concebir un hijo.
Hala, ahí os quedáis. No sé si volveré antes de septiembre o no. En cualquier caso, que paseis un buen verano, mis queridos blogovidentes.

26.7.06

Historias de piscina.


Yo no tengo piscina en casa, ni en la de mis padres, ni en la casa de la playa. Lo más parecido a una piscina que hay en mi entorno es una piscina vacía, con filtraciones y con la depuradora rota que hay en casa de Mari-Ici, y una piscina hinchable para niños tamaño industrial que ha puesto Mari-Ici en su jardín (para suplir las carencias de la otra) y en la que me he remojado este verano una sola vez.

Todas las semanas me planteo ir al menos un par de veces a la piscina pública, pero por unas cosas u otras al final no voy. Sin embargo, me encanta la piscina, me gusta casi más que el mar, aun cuando la considero mucho menos higiénica.

Todos mis recuerdos de verano de mi niñez (y por niñez me refiero a todo el tiempo transcurrido desde que tengo memoria hasta que empecé a currar, y a tener sólo un mes de vacaciones) van estrechamente ligados a una piscina en concreto, en la que recuerdo haber pasado prácticamente los mejores ratos de mi vida.

Y no sé por qué le tengo tanto cariño a esa especie de alberca, cuando en las piscinas en general he tenido experiencias verdaderamente atroces. A saber, a modo de ejemplo:

- Contaba yo con más o menos tres añitos, y me daba miedo subir al trampolín alto de esa piscina en concreto de la que digo tener tan buenos recuerdos. Uno de mis hermanos mayores, concretamente con 19 años más que yo, me convenció para subirme con él, bajo la vil argucia de prometerme tirarse conmigo en brazos, de pie y sin soltarme hasta que entraramos en el agua. Acepté, subimos a aquél trampolín cuya altura no recuerdo (pero creedme, era muchísima, sobre todo comparada con la mía en aquella época), me cogió en brazos, saltó y en el preciso instante en que sus pies tocaban sólo el aire, no sólo me soltó, sino que realmente me lanzó hacia arriba, empecé a dar vueltas y finalmente estrellé mi panza contra el agua en un acto doloroso que aún hoy, 23 años después, me pone los pelos de punta recordar.

Qué leche no me daría que todos mis hermanos, presentes en aquél cruel y doloroso momento, se tiraron a por mí al agua ante el unánime pensamiento de "la niña s´ha matao".

- Desde entonces le tuve terror a las alturas, a los puentes y a ese trampolín en concreto. Terror que se me ponía en el corazón y en la garganta cada vez que veía a uno de "los mayores" hacer el gilipollas saltando de ese trampolín, pero, en lugar de hacerlo hacia el frente, hacerlo de lado, desafiando la posibilidad de hostiarse contra el trampolín mediano (que estaba en la trayectoria lateral) o, en su defecto, contra el bordillo de la charca.

Eso le ocurrió unos cuantos años después a un hombre al que no conocía, que se tiró de lado y se abrió la cabeza contra el bordillo. Creo recordar que no murió, pero que fue un acontecimiento que podríamos calificar como muy desagradable.

- De por sí aquella piscina era un desafío contra la higiene, principalmente porque los miércoles hacíamos en ella fiestas con barra libre de cerveza y sangría que duraban hasta altas horas de la madrugada y en las que, os podéis imaginar, en la piscina se derramaban toda clase de líquidos (con y sin tropezones), excepto cloro precisamente. Ahora, que nosotras, ni cortas ni perezosas nos metíamos en la piscina al día siguiente de las fiestas, no sólo para limpiar el fondo y paredes de la misma, sino, muy principalmente, para agenciarnos la pasta que se le había caído a la gente que, voluntaria o forzosamente, se había dado un chapuzón con toda la vestimenta.

Mítica es aquella vez que, a la mañana siguiente a una fiesta, encima de una mesa fueron encontradas dos huellas humanas, y, entre las mismas, una excreción de considerable dimensión (una pedazo de mierda, vaya). Vale que no es en el agua piscinera, pero es su entorno, así que me vale como anéctoda de piscina.

- Y, por último, no puedo dejar de contar otra experiencia, en otra piscina, pero del mismo modo, altamente desagradable. Fui con mi hermana mayor y con una amiga de aquella epoca colegial a una piscina capitalina. Como era un dia de libertad sin padres, nos hinchamos a comer guarrerías, a tirarnos "a bomba", a corretear y a jugar, hasta que forzosamente hubimos de abandonar la piscina bajo riesgo de que nos obligaran a limpiar el estropicio que mi amiga hizo al vomitar en el agua los tropecientos frigopies que se había comido. Estropicio que yo incremente al vomitar ante la asquerosa imagen que regurgitación rosadita de mi amiga flotando en el agua.

Umm, qué ganitas de verano, de piscina y de sardinas asadas.

18.7.06

Tiempo libre.


Ha llegado el verano y, con él, la maravillosa jornada intensiva.
Mientras para la mayoría los términos jornada intensiva significan trabajar de 9 a 15 o, a lo sumo, de 8 a 15 h. Para mí implica trabajar de 9 a 17 h. sin parar a comer.
Mucho mejor que el verano pasado, en el que esas dos, en teoría, maravillosas palabras significaban trabajar de 10 a 22 h. minuto arriba minuto abajo, sin parar a comer tampoco. Jornada intensivaquetecagas, le llaman a eso en mi pueblo.
Pero este año yo ya no pringo tanto como el pasado, y soy de lo más feliz saliendo a las cinco de la tarde, con todo el calorón.
Con este empacho de tiempo libre me ha dado tiempo a poner mi vida medianamente en orden. A saber, estas son las cosas en las que he empleado mis horas de libertad:
- Me he comprado cuatro pares de zapatos y dos vestidos.
- He ido al médico y, después, me he hecho un montón de pruebas de las que, muy probablemente, ese mismo médico deducirá el próximo lunes que estoy estresada (queda pendiente un post sobre las últimas tendencias médicas en lo que se refiere a achacar cualquier síntoma al estrés, ese gran desconocido).
- He puesto en orden los papeles de la moto, que ha pasado (o pasará en breve, vaya) de estar a nombre de mi cuñado a estar al mio propio.
- Me he hecho socia del RACE.
- He contratado, por fin, un seguro para la moto a mi nombre.
- He llevado a Mari Puri (mi cocha) al taller.
- Me he cargado a Mari Puri.
- He llamado al RACE para que se la llevaran al depósito.
- He vuelto a llamar al RACE para que la llevaran al taller.
- He perdido la noción de dónde coño estará ya mi Mari Puri del alma.
- He localizado mi pasaporte viejo, un día de éstos sacaré tiempo para ir a renovarlo.
- He archivado millones de facturas y papelitos que se amontonaban en un cajón.
- He hecho mi declaración de IRPF anual.
- He hecho mi declaración de IVA trimestral.
- He puesto al día los cobros pendientes.
- He reservado mesa para llevar a cabo esta noche la institucionalizada Cena de los Martes de Mierda te Hartes.
- Me he puesto al día en los capítulos de Alias, Medium, la Casa Blanca y Perdidos.
- He hecho muchos días la cenita para Quic y para mi.
- He contratado un viaje que a lo mejor cancelo o a lo mejor cambio de fecha.
- Me he bajado un juego del e-mule (señores de la SGAE, ni puto caso a este comentario ¿eh?), me he enviciado con él y estoy atrapada en la última pantalla.
- He hecho gazpacho por primera vez en mi vida.
- He puesto un montón de lavadoras.
- He colgado cuadros (preciosos, como los asiduos a este blog ya sabeis).
- He ido al banco.
- Y he bebido horchata y comido picotas.
Todas estas cosas podrán parecer chorradas, pero cuando nunca tienes tiempo de hacerlas, el simple hecho de ir a hacerte una analítica puede saberte a gloria bendita.
Eso sí, desde hace una semana tengo en el despacho una bolsa de deporte llena de cosas para ir a la piscina, el día que le dé uso seré feliz del todo.

11.7.06

Malena es un nombre de tango.

No, no he venido a hablar de ningún libro, ni siquiera del mío, sino de niños. Concretamente, he venido a hablar de las preguntas incontestables que hacen a veces algunos niños. Y, más concretamente, he venido a hablar de mi sobrina Malena.
Los niños, por lo general, son mucho más listos de lo que los adultos (ups, ¿me estoy incluyendo en el término "adultos"?) creemos. No por ser personas pequeñas son personas gilipollas, y llega un momento en que los cuentos chinos que les contamos para explicar aquellas cosas que nos resultan... digamos... incómodas, no cuelan ni de coña.
Y si el niño, encima, es algo más listo que la media, vas jodidamente directo al ridículo más espantoso cuando intentas explicarle algo.
Es el caso de mi sobrina Malena, que no es porque sea mi ojito derecho, a la que cuidé de niña, con la que compartí sus primeros pasos, sus primeras palabras, e incluso la primera vez que comió con tan sólo unas horas de vida. No es que se me caiga la baba porque sea la única niña de los siete (camino de ocho) sobrinos que tengo, no. Es que la cabrona es muy lista, leñe, y siempre te deja fatal.
Alguna de sus perlas:
1.- En casa de mi madre, católica, apostólica y romana, cuando nos reunimos todos a comer se lleva a cabo el rito de rezar todos en familia. Hace no demasiado, estando mi sobrina presente tuvo lugar la siguiente escena:
Malena: ¿Por qué rezamos?
Respuesta: Para darle gracias a Dios.
Malena: ¿Por qué?
Respuesta: Por la cena que vamos a tomar.
Malena: ¿Y por qué le damos las gracias a Dios, si la cena la ha hecho la abuela?
Respuesta: Come y calla, que la cena se está quedando fría.
2.- Los padres de una niña de su cole se separaron, y uno de ellos (pongamos, por ejemplo, la madre) se fue a vivir con una nueva pareja. Escena:
Malena: Mamá, ¿por qué la madre de Fulanita vive ahora en otra casa, con otro señor?
Madre: Porque le gusta más ese señor que el padre de Fulanita. A veces la parejas se separan y a veces es porque uno encuentra a alguien con quien lo pasa mejor, o que le trata mejor... con quien se divierte más...
Malena: Entonces ¿cuando encuentres a alguien mejor que papá te vas a ir con él?
Madre: No
Malena ¿Y por qué no, si es mejor?
Madre: Porque no hay nadie con quien yo vaya a estar mejor que con papá. Papá es el mejor.
Malena: ¿Y cómo lo sabes, si no conoces a todos los hombres del mundo?
Madre: Ve a ver que hace tu hermano, anda.
Pues eso.

5.7.06

Lazos familiares.



La imagen que veis a la izquierda no tiene nada que ver con el post de hoy, sino que es uno de los cuadros de los que hablaba ayer.

Es tan bonito que no he podido resistir la tentación de colgarlo. Y como este blog lo escribo yo, al que no le guste, que se joda.

Pero como digo, lo que vengo a contar no tiene nada que ver. Hoy vengo a hablar de mi familia. De mi familia paterna, concretamente.

Sólo tengo el (dudoso) placer de conocer a mi familia paterna más directa: tíos y primos hermanos (y de estos últimos creo que no les pongo cara a todos). En mi defensa diré que son muchos, mucho mayores que yo y, en su mayoría, bastante indeseables, al menos ésa es la impresión que me he llevado en lo poco que he tratado con ellos.

La cosa es que tengo un primo (segundo, o tercero, qué sé yo) al que hasta ayer sólo conocía de oidas. Se dedica a lo mismo que yo, y como tenemos un apellido curioso, muchas veces he oído eso de "Anda, te apellidas TT, ¿no conocerás a B.TT?" ante lo que yo salía con un trastabillado "Si, bueno, creo que es mi primo, pero no, no lo conozco".

Esta escena tuvo lugar ayer, en una sucursal de mi banco. Escasos minutos después el Sr. del banco me dijo "Mira, ése que entra es tu primo". Y me lo presentó.

Estuvimos hablando unos minutos y resulta que hace unos meses coincidimos en una reunión familiar y ni siquiera recordábamos habernos visto. El hombre del banco no daba crédito. Joder, que en esa reunión había unas 100 personas y yo no tenía ningún interés en hablar con todas ellas. Me dediqué a beber cerveza y hablar con aquellos que de antemano sabía que me caían bien, la mayoría de ellos mis hermanos.

Bueno, también entablé conversación con dos "nuevos" primos, pero es que estaban realmente de muy buen ver, y merecía la pena el esfuerzo...

Pero, a lo que iba, el tio del banco se quedó realmente flipado de que tuviera un primo (ojo, primo lejano) al que no conociera. ¿Por qué esa manía de la gente con que la familia ha de estar unida? ¿Y si me caen mal? Porque no es sólo que muchos de mis primos paternos me caigan mal, sino es que alguno de mis hermanos (somos un porrón) me cae fatal, joder.

¿Por qué tengo que relacionarme con ese ser más allá de lo estrictamente necesario? ¿Sólo porque nos parió la misma (santa) mujer? ¿Y con mi primo B.TT? ¿Tengo que conocerle sólo porque mi padre y el suyo tienen algún tipo de parentesco que ninguno de los dos acertamos ayer a concretar?

Pues eso, que entre que el del banco flipa con que no conozca a mi primo y que mi hermano el indeseable se empeña en llamarme cada fin de semana para que vaya a su infecta casa a cenar con mi "mozo" (es él el que usa esa expresión, que conste), estoy de la familia perfecta hasta los mismisimos.

4.7.06

Es que los cuadros visten mucho.


El sábado pasado Quic y yo nos pusimos el disfraz de Kristian Pielhoff y nos dedicamos a vestir la casa (siempre me ha hecho mucha gracia esta expresión).
Mediante préstamo de mi Sra. Madre, nos hicimos con un taladro y tras superar varias crisis (vale, la crisis de histerismo fue mía, a Quic se la sudaba bastante) de "este taco no encaja con esta escarpia y no tengo broca para éste" (ahorraros el comentario de "¿no conoces los cuelga fácil?", por favor), empezamos la ardua tarea de medir, visualizar, taladrar, colgar... No necesariamente por ese orden.
Quic demostró que no soy el único hombre que habita nuestra morada y se mostró muy ducho en el arte del berbiquí y la barrena.
Ahora nuestra casa está muy bonita, adornada con los siguientes carteles de película (que el Sr. Padre de la usuaria anónima también conocida como mensajera/loba tuvo a bien convertir en cuadros de diseño exquisito):
- In the mood for love, cuya belleza podéis observar en la imagen adjunta y que es muy Quic-ATT, aunque más Quic.
- Scarface, éste es más Quic, claramente, y también un poco homenaje a Barri Hater.
- Singin' in the rain. Éste es claramente ATT.
- Hoosiers. Absolutamente Quic.
- Le Fabuleux destin d'Amélie Poulain, muy ATT y un poco Quic.
Además, colgamos un cuadrito rollo tribal con el que nos hicimos en una escapadita deportiva a Barna.
En este momento nos queda por colgar:
- Qué bello es vivir: clarísimamente ATT.
- InFanta de Naranja e InFanta de Limón, clarísimamente Quic.
Es una casa equilibrada, vive Alá.