31.8.06

NYC VI: Greenwich Village - Tribeca - Soho

(Y vuelta la burra al trigo: vuelvo a no poder colgar fotos)

JUEVES 10 DE AGOSTO DE 2006.
Empezamos el recorrido de hoy en Washington Sq., delante de cuyo arco se despidieron Harry y Sally en Cuando Harry encontró a Sally y en el centro de cuya fuente vimos a unos españoles rodando no sabemos si un video musical, un anuncio, un corto, un peli o algo.

Recorrimos Greenwich Village paseando sobre todo por Thompson St., una calle súper chula llena de tiendas de ajedrez, en muchas de las cuales la gente se reúne a jugar previo pago de un dólar. Además, en las tiendas tienen ajedreces muy originales: de Scooby Doo, de Alicia en el Pais de las Maravillas, de El Mago de Oz… y de temas más serios en los que ni siquiera me fijé.

Después pasamos por el Café Wha?, local de conciertos muy de moda en los 60 y en el que empezaron su carrera diversos artistas, el más destacable, Bob Dylan. Después pasamos por una famosa taberna clandestina en la época de la prohibición, pero ahora el edificio está siendo rehabilitado y con los andamios no es que pudiéramos ver nada.

Acabamos de recorrer el Village en una plaza a destacar porque en ella hay unas estatuas de dos parejas homosexuales, y otra de una señor que no recuerdo cómo se llamaba pero que es famoso, entre otras cosas, por ser el que acuñó la frese “El indio bueno es el indio muerto”, muy majo él.

Después paseamos por Tribeca y por el Soho, de los que no tengo anécdotas culturales que contar, porque este recorrido lo hicimos por nuestra cuenta, sin guía. A destacar que buscamos el “Tribeca Film Center” y, aunque supuestamente estuvimos al lado, no lo encontramos.

Decidimos acabar la tarde tomando una cervecita en el sitio del muelle que nos había gustado el otro día. Caminando hacia allí empezó a chispear y Quic estuvo muy avispado sugiriendo que nos resguardáramos, porque fue meternos en una heladería y empezar a caer la chupa del siglo.

En un momento que amainó pasamos a resguardarnos en una librería y luego en los muelles. De tomar nada nos olvidamos, pero como parecía que había parado decidimos ir a Times Sq. dónde descubrimos la tienda “Bubba Gump Shrimp Co.” (¿Os suena? Pensad en Forrest Gump) dónde nos volvimos locos a comprar.

De allí a Columbus Circle, donde compramos unos perritos y nos los comimos en la entrada sur de Central Park. Empezó a llover de nuevo y nos fuimos al hotel.

Como no paraba de llover a mares, decidimos comprar unas hamburguesas y cenar en la habitación, donde no recuerdo si vimos unos Perdidos, o Un franco catorce pesetas.

30.8.06

NYC IV y V.


MARTES 8 DE AGOSTO DE 2006: MIDTOWN MANHATTAN – ONU – NY DE LOS INMIGRANTES.

Tras el desayuno habitual comprado en el badulaque nos dirigimos al Midtown Manhattan a patear un poquillo. La idea era ir al MOMA, pero cuando llegamos allí resulta que los martes estaba cerrado, así que decidimos emplear la mañana en ver unos cuantos sitios sueltos que nos interesaban, para por la tarde ir a lo que en nuestra guía se llamaba el NY de los inmigrantes.

Empezamos por el Empire State Building, al que se supone que todo turista ha de subir una vez en la vida para contemplar las vistas de la ciudad. Yo no haré eso jamás, porque mi vértigo y yo somos así de patéticos, qué se le va a hacer.

De allí caminando a Grand Central Terminal, a flipar un poquito recordando a Elliot Ness y la famosísima escena del carrito de bebé. Y a la ONU, a fardar de ciudadanos del mundo intelectuales y gafapastas, y a que Quic hiciera verdadero arte fotografiando las banderas.

Ya desfallecidos paramos a comer y una vez repuestas las fuerzas nos dirigimos a Chinatown, previo paso por la US Courthouse, y por el lugar en el que se encontraban los cinco barrios o pueblos que se reflejan en Gangs of New York. Lugar que, sin mi guía a mano en este momento, no sé ni nombrar ni describir con propiedad.

Me flipó Chinatown, me quedé impresionada, no lo imaginaba así, tan, tan, tan… chino. Ahora, que no es por comentar, ni por insultar gratuitamente, ni nada, pero hay que ver qué mal huele Chinatown, joder.

A destacar el hecho de que presenciamos una pelea entre un chino delgaducho y un chino más grande y borracho. Expectantes ante la posibilidad de presenciar un rollo ninja nos quedamos un ratillo observando, pero todo quedó en eso, meras expectativas.

A continuación nos pateamos Little Italy (en la foto), un derroche de colorido, pizzerías, tratorías y horteradas… muy italiano todo.

Allí compramos unas maravillosas estampas de El Padrino y de Scarface. Porque estos italianos están tan orgullosos de su mafia, y les es un negocio tan provechoso, que todas las tiendas estaban llenas de merchandising de Scarface e imágenes de Tony Montana, quien, si no me equivoco yo mucho, de italiano no tenía nada.

En fin… Acabamos el tour del NY de los inmigrantes (por el que Marco te cobraba 75 dólares por cabeza) pateándonos un poco de zona judía, llenita llenita de galleteros, y haciendo unas estupendas fotos de contrastes de los suburbios con el Empire State.

Nos pasamos por la tienda del Madison Square Garden, no para comprar compulsivamente, sino para hablar con el gerente de la misma, que es español y todo un centro de información en lo que a ver basket en NY se refiere. Pero no estaba, así que quedamos en volver al día siguiente.

Al hotel, cambiarnos, ducharnos e intentar nuevamente cenar en el Tokio Pop, que esta vez estaba lleno. Fuimos a un restaurante que había enfrente pero que no recuerdo cómo se llamaba, ni tampoco qué cenó Quic. Sólo recuerdo que yo tomé un pollo demasiado especiado. Recuerdo también que, tras esperar un rato en la barra para conseguir una mesa de terraza, resultó luego que, por extrañas y ridículas razones que no alcanzo a comprender, en las terrazas tienen zonas de fumadores (que no suelen ser más de tres o cuatro mesas) y el resto de la terraza es de no fumador. Dada mi suerte, por supuesto me tocó una mesa de no fumadores y vi mi gozo hundido en un profundo y mugriento pozo.

MIÉRCOLES 9 DE AGOSTO DE 2006: MADISON SQ- CHELSEA- MOMA – RUCKER

El tour del miércoles empieza donde terminó el del martes, en el Madison Sq. Garden buscando información sobre basket urbano. D.G., el gerente de la tienda del Madison, fue muy amable con nosotros, como por lo visto lo es con todo el que va a pedirle ayuda. Nos explicó cómo llegar al Rucker, uno de los playgrounds más famosos de NY (aunque un libro que se compró Quic – sobre playgrounds – no incluía éste entre los cinco mejores de Estados Unidos), que está en Harlem, concretamente en la W155St con la 8ª Av.

Una vez con la información pertinente bien aprendida, nos fuimos a dar una vuelta por el barrio de Chelsea, el barrio gay de NY y el centro de las galerías de arte, después de que los artistas más importantes dejaran el Soho debido al encarecimiento de los alquileres.

El tour por este barrio empezó en el Hotel Chelsea, famoso por muchísimas cosas entre las que destacaremos que en él se rodó la peli “León, el profesional” (lo que me acordé de ti, hermanita). Caminamos mucho por este curioso barrio, repleto de galerías de arte situadas entre talleres mecánicos.

Al final del recorrido nos encontramos con un cartel en una pared que rezaba “Viva Pedro” y anunciaba un ciclo de pelis de Almodóvar. Lo cual nos provocó un shock del que debíamos recuperarnos, o no, el caso es que acabamos en una terracita tomando una cerveza.

De allí al MOMA, pasando por el Radio City Music Hall y comiendo unos estupendos perritos en la puerta. Como esta vez el museo sí que estaba abierto, pues pagamos religiosamente y entramos.

Yo no tengo ni puñetera idea de arte, y de arte moderno aún menos, así que la crítica intelectual se la dejaré a Quic, para el caso de que alguna vez en su vida quiera actualizar su blog.

Sólo diré que casi muero de una pulmonía, porque estos señores no tienen ni puta idea de lo que significa moderar un poco la temperatura del aire acondicionado, y una es tan espabilada que en plena ola de calor no se le ocurrió meter en la maleta algo con lo que resguardarse de la gélida temperatura del interior del museo.

Una vez finalizada la visita express (tampoco puedes pegarte días enteros en el museo, cuando tienes una semana para exprimir NY al máximo) salimos a disfrutar del calorcito de la calle.

Volvimos a Penn Station y cogimos el tren D, camino de W155 St., con tiempo de sobra, porque D.G. nos había explicado que esta tarde había un partido de la liga del Rucker, y que había que estar allí una hora antes si querías coger sitio.

Pero, oh maldición, resulta que el tren D por las tardes es express, y no para en todas las estaciones, entre ellas, casualidades de la vida, en la 155. Y allí que estábamos Quic y yo, en un tren en el que no había más de 10 blancos, adentrándonos en Harlem, a escasas horas de anochecer, sin saber dónde tendría a bien parar el conductor y sin saber qué tren no-express teníamos que coger luego para volver, bien al Rucker, bien al hotel.

Y en estas que un chico que había estado oyéndonos discutir sobre nuestras posibilidades de sobrevivir, se nos acercó y nos preguntó a dónde queríamos ir. Nos explicó lo de que el D por las tardes era express, y que en la primera estación que parase nos bajásemos y cogiésemos en sentido contrario el tren B, que hace el mismo recorrido que el D, pero para en todas las estaciones.

Eso hicimos y por fin llegamos al Rucker, temiéndonos que no encontraríamos sitio ni de coña, porque llegábamos mucho más tarde de lo previsto.

Salimos y nos encaminamos a la cancha, que estaba prácticamente vacía, nos sentamos en la grada sol (que es la que estaba vacía, porque nos daba algo más que respeto sentarnos en la de sombra en la que sí había gente – téngase en cuenta que éramos los únicos blancos en kms. a la redonda, y cantaba que éramos unos pobres pardillos de turismo-). Nos sentamos… esperamos… flipamos viendo cómo juegan al baloncesto los niños (y ojo, las niñas) en este lugar… seguimos esperando…oyendo constantes sirenas de policía… acrecentando poco a poco nuestra sensación de estar en la auténtica ciudad sin ley… y sin gente blanca (miento, vimos dos blancos en toda la tarde - por cierto, uno de ellos creemos que era el que hace de novio de Amèlie -)… y tras horas de que, en realidad y pese a nuestros temores y prejuicios, no pasara nada más allá de gente yendo y viniendo (estamos convencidos de que había un partido programado y se había suspendido, porque mucha gente venía, esperaba, hacía una llamada y se largaba), nos piramos al hotel.

Nos cambiamos y, por fin, conseguimos cenar muy ricamente en el Tokio Pop.

25.8.06

NYC III: Estatua de la Libertad - Lower Manhattan

LUNES 7 DE AGOSTO DE 2006
Es una mierda que blogger no me deje subir fotos, porque tenía una espectacular para ilustrar este día.
Tras tomar el tradicional desayuno que comprábamos en el badulaque de enfrente al hotel y nos papeábamos sentados en un poyete de la calle, cogimos el metro, línea 1, hasta South Ferry, donde se toma el ferry que te lleva a la Estatua de la Libertad.

En el metro nos acojonamos porque de repente decían por los altavoces algo acerca de que unos vagones llegaban a South Ferry y otros no, pero no lo entendíamos muy bien. Tuvimos suerte y nuestro vagón llegaba.

Una vez allí, tras atravesar Battery’s Park (que, tal y como dice la canción, it’s down, al contrario que el Bronx, que it’s up) y después de que una amable señora nos explicase que los tickets que ella vendía eran para el ferry que NO para en la Estatua, y nos indicase dónde se compraban los del ferry que SI para, nos pusimos en una cola de tamaño considerable para comprarlos.

Como estos señores son expertos gestionadores de colas, ésta pasó en un pis pas y compramos los tickets para el ferry y el audiotour que Quic no quería y yo sí y que costaba una pasta (por supuesto, siempre me salgo con la mía). Y nos pusimos en una cola aún más grande pero que, gracias a esa estupenda gestión, pasó también relativamente pronto.

Al final de la cola había un señor que tenía un… a ver si consigo describir lo que era… una especie de tambor de metal, dado la vuelta, es decir, boca arriba, que tocaba introduciendo un palo en su interior y dándole vueltas (lo que describo no se parece en nada a la realidad, me temo) y según pasaban los turistas el tipo les preguntaba de dónde eran y acto seguido tocaba de forma increíble una canción típica o relacionada con el país. Si no recuerdo mal a nosotros nos tocó el himno nacional.

Cogimos el ferry y empezamos, bueno, empecé, que a Quic le tocaba un pie, me temo, a acojonarme con el tema de que nos habían estafado con el Audiotour, porque no nos lo daban, y yo había convencido a Quic para que nos gastáramos una pasta en semejante gilipollez. Insulté gratuitamente a diestro y siniestro, pues en cuanto desembarcamos había enfrente un puesto con un cartel enorme en el que te daban el Audiotour en tu correspondiente idioma.

Muy gracioso el Audiotour en cuestión, con la sudamericana que te contaba las cosas con un tono dramático nada apropiado y con el sonido enlatado que iba dando ambiente a la historia. Pero me sirvió para conocer cosillas interesantes.

Por ejemplo, que en los pies de la Estatua hay unas cadenas rotas, que la estructura interior la hizo Eiffel (cosa que sospechaba pero de la que no estaba segura), que inicialmente era dorada, bueno, color cobre, que es el material del que está hecha y que cuando se oxida se torna verde (sabía que los residuos de cobre son verdes, pero no imaginaba que una estatua de cobre pudiera volverse tan tan verde) y que Mr. Pulitzer consiguió el dinero que hacía falta para terminarla haciendo una campaña de aportaciones populares a través de su periódico.

Y, por último, que a los neoyorkinos no les hacía nada de ilusión la Estatua inicialmente, pues consideraban que era francesa, no suya, pero luego le cogieron cariño, principalmente gracias a la campaña de Pulitzer.

Allí comimos unos perritos y volvimos en el ferry a Manhattan (pasando de bajarnos en Ellis Island, que no nos llamaba nada la atención) y nos pateamos el Lower Manhattan, principalmente por el Financial District.

Fraunces Tavern, Charging Bull, Wall Street, la Estatua de George Washington, rascacielos, contrastes, Trinity Church y gente muy trajeada en pleno agosto (en los tíos es más normal, pero flipé de ver a tanta tía con pantalón y chaqueta de traje con el calor que hacía) y la Zona Cero, que hoy en día no es más que un solar de una obra cualquiera, pero que sobrecoge más que nada por los recuerdos que todos tenemos del famoso 11-S. Acojona ver lo enorme del solar y recordarlo lleno de humo, de escombros, con la gente corriendo… Sobrecogen los carteles, las pintadas, las flores, los mensajes…

Y, por supuesto, compramos un montón de cosas, hoy principalmente libros. Muy a destacar una librería de Fulton St., cuyo nombre no recuerdo, pero en la que había muchísimos libros más que apetecibles a precios muy buenos.

Terminamos el recorrido en los muelles, donde nos sentamos a leer un poquito, con el puente de Brooklyn de fondo y donde luego disfrutamos de una cervecita y un cigarrito en una terraza muy agradable.

Una vez descansaditos fuimos a Times Sq., donde cogimos el metro al hotel para ducharnos y cambiarnos.

Ya limpitos y guapitos, nos encaminamos a un garito cerca (+/-) del hotel, que venía recomendado en nuestra guía y que además tenía otro al lado en el que tomarse una copichuela después.

Pero no existía ya, ni el de las copas tampoco. Así que insultemos gratuitamente a la guarrilla que escribió la guía, que, además, la muy puta, hace alabanza de que no se pueda fumar en los garitos.

Volvimos hacia el hotel e intentamos cenar en un Japo (Tokio Pop), pero ya estaba closed, así que cruzamos hacia uno que se llamaba Carne, y en el que en honor a su nombre nos comimos unas hamburguesas que nos supieron a gloria bendita.

24.8.06

NYC II: Harlem - Compras - The Cage


DOMINGO 6 DE AGOSTO DE 2006

A las 09:00 AM habíamos quedado con Marco y su gente para que nos llevaran a dar una vueltita por Harlem. Llegaron a las 09:15, lo cual, aunque nos acojonó un poquillo, a mí me vino muy bien para echarme algún cigarrito.

Llegó un autobús repletito, principalmente de catalanes, (ays, que me perdonen pero qué manía les estoy cogiendo. ¡Están en todas partes!) y empezamos el tour.

Yo, de verdad, que no entiendo mucho estos tours, vamos que no entiendo a la peña que se hace un tour y otro y otro, ¡no ves nada! Desde el autobús te van diciendo: a la derecha tal, a la izquierda Pascual, y si, como en nuestro caso, resulta que vas en la última fila y no tienes ventanas ni a la derecha ni detrás, pues no te enteras de nada.

Luego, cuando paran, te dicen: tenéis dos minutos, y aquello se convierte en una competición de saca la foto antes de que se cuele en medio esa puta vieja. Y claro, realmente no ves el sitio en el que estás, sólo lo fotografías. Y gracias a la maravilla de la tecnología de la fotografía digital, y aprovechando que, total, desde el autobús no ves la calle, pasas de lo que Marco va diciendo que verás a la derecha y aprovechas para ver el sitio que has fotografiado con tu camarita.

- Huy, esta se te ha movido un poquito.

- Claro, no te jode, como que me ha empujado el viejo aquél.

- Ah, y oye, ¿en ésta no se supone que salía yo? Si he posado y todo.

- Sí, estás detrás del bolso de esa señora.

En fin…

Que hicimos una parada en el Memorial al General Grant y después nos adentramos en Harlem, que no es ni de lejos tan fiero como lo pintan.

Hicimos otra parada express en el Cotton Club, y, ante mi absoluta incomprensión, la mitad de autobús pasó de bajar. O sea, os matáis para fotografiar la tumba del puñetero general y no os arrodilláis ante la imagen del Cotton Club. No, si esto me hace entender por qué me convertí en un ser muy poco sociable.
Pues ellos se lo perdieron, porque estaban limpiando el local y allá que nos colamos e hicimos unas fotitos chulas chulas. Pensamos que algún día estaría bien ir a tomarla allí, pero luego el cansancio y mi creciente dolor de gemelos lo hicieron poco probable.

Volvimos al autobús, a sentarnos al lado de la adolescente siniestra (era muy, muy siniestra, rara y algo tonta, toma insulto gratuito) y nos encaminamos hacia la única casa Colonial que queda en la zona (nos preguntamos, clarísimamente, si también nos enseñarían una de la época de antaño). Muy bonita la casa, pero más bonita la calle que había al lado, muy típica, con coche de poli incluido.

Y, hala, a correr, que no llegamos a la misa. Desde el autobús fotografié el Teatro Apollo, y entre el autobús y la iglesia a duras penas fotografié el edificio donde están las oficinas de Clinton, que ha provocado un encarecimiento de la leche en el suelo de la zona.

Y por fin llegamos a la Iglesia para asistir a una misa Gospel. Yo pensaba que sería una misa bastante adulterada, por aquello de que había 10.000 autobuses de turistas en la puerta, y que realmente no tendría nada que ver con lo que es una misa de verdad.

Pero ahora realmente creo que no es así, porque había mogollón de lugareños, que digo yo que no irán si no es una misa – misa.

La cosa es que la Iglesia era en realidad un teatro gigante, con la parte de arriba reservada a los turistas, aunque había también bastantes gentes autóctonas. Cuando subes hay un negro gigante que te dice dónde te sientas, y que luego vigilará todos tus movimientos para que no te descantilles ni un tanto así.

Muy fuerte el detalle de que antes de entrar Marco nos dijera lo siguiente: “Son un poco maniáticos con el tema de que no se saquen fotos, así que para entrar esconded las cámaras y luego ya dentro las sacáis”. Ni que decir tiene que Quic y yo no nos hemos traído ni una sola foto de la misa.

Pero la gente no se cortó ni un pelo. Un tío que teníamos dos filas por delante saca el móvil y hace una foto, el negro grande llega y le dice que nada de fotos, el tío la guarda, el negro se va, el tío saca otra foto, al negro se le escapa, el tío saca una tercera foto y el negro se le acerca, le toca por detrás y le dice, gestualmente, “van dos, a la tercera te vas”. El tío debió cagarse por fin, porque ya no sacó más.

A la salida se vanagloriaba de su hazaña. Dios, me quedé con las ganas de decirle “pero qué grandísimo gilipollas eres, majo” y esta vez no hubiera sido nada gratuito el insulto.

Pero en honor a la verdad he de decir que a mí también me regañó el gordo negro, pero fue un simple error. Estábamos todos de pie, porque el predicador estaba hablando y yo vi que algunos lugareños se iban sentando. Yo estaba reventada, así que siguiendo a los lugareños, me senté. El negro me tocó el hombro y me dijo que “pa arriba, chata, que aquí los lugareños faltan al respeto cuando quieren pero tú no, mientras yo pueda impedirlo” (poco más o menos). Así que me acojoné, me levanté y poco más.

Pero, bueno, a lo que íbamos, que la misa fue acojonante. Tuvimos suerte, pues ese fin de semana tocaba un coro mixto, que son los mejores, los más bonitos. Qué voces, qué pelos como escarpias, qué ganas de llorar de la emoción. De los espectáculos más bonitos que he visto en mi vida. Como decía Quic, es que así claro que mola ir a misa.

Y muy real todo lo de las películas: los negros se levantan, se pasean, gritan, se contonean, aplauden…. Igual que el predicador, que habla bien poco casi siempre para decir Aleluya y poco más. Igualito que los curas católicos españoles, vamos.

No sé, por un lado, da un poco de palo ver como un espectáculo lo que para ellos es una ceremonia religiosa a la que asisten con absoluto fervor. Pero por otro…joder, qué espectáculo.

De vuelta al autobús nos llevaron al centro, y flipamos al descubrir que alguna gente (por no decir gentuza) había contratado un tour… ¡para ir de compras! ¡Para ir de compras por la 5ª Avenida! (no te creas tú que por algún sitio inalcanzable o interesante por sus chollos) ¡Y costaban nada menos que 75 dólares por cabeza! Verdaderamente impresionante. ¿Y qué, para ir a cagar también habéis contratado un tour?

Nos soltaron en la placita donde está la tienda Apple (que no, no me acuerdo cómo se llama la plaza) y allí nos tomamos el primero de los que serían los muchos perritos que comeríamos en esta ciudad, empezamos a caminar e incumplimos el primer plan que me había propuesto: dejar las compras para los últimos días.

Disney, Nike, NBA, Modell´s, Toys ‘r’ us… me volví loca a comprar y comprar. Qué peligro tiene esta ciudad, como dice Naz, esta gente es especialista en vender cosas que tú necesitas llevarte a casa. Mi mejor adquisición (que me costó un precio que prefiero no recordar) fue un pijama de cirujano de Urgencias en la tienda de la NBC.

Cuando nos cansamos de comprar (¿cansarnos de comprar? ¡Nunca!) nos fuimos a ver deporte, que no practicarlo, y estuvimos viendo un partido de basket en la famosa “The Cage”, en la W 4th St., no me digáis que no la conocéis, ignorantes de la vida. Venga, os daré una pista, que hoy estoy generosa: es donde se rodó un famoso anuncio de Nike y allí se juega la liga amateur más famosa de NY, la Liga W4th, que no tenéis ni idea de nada.

De allí cogimos un taxi al hotel, que íbamos cargados como mulas.

Me duché, y mientras Quic hacía lo propio, preparándonos para salir a cenar… me quedé dormida y por más que lo intentó Quic, fue absolutamente incapaz de hacer que me moviera. Incluso una vez me levanté y me puse los pantalones, pero luego lloriqueé y volví a tumbarme.

Quic se hartó y bajó a comprar pizza para cenar, mi trozo me lo desayuné al día siguiente y me supo a gloria bendita.

23.8.06

NYC I: Madrid - NYC, Central Park

SABADO 5 DE AGOSTO DE 2006
Nota de ATT, llevo tres horas intentando subir una foto, pero no hay manera. Una lástima, porque era una obra de arte.

Nos habíamos acostado a una hora semidecente tras acabar las maletas y dejarlo todo preparado. En nuestros papeles del viaje ponía que teníamos que estar en el aeropuerto tres horas antes de que saliera el avión, como éste salía a las 10:35, pedimos al taxi que viniera a buscarnos a las 7:00, para asegurarnos no llegar tarde.

A las 7:15 estábamos en Barajas, T2, en el mostrador de TAP Portugal, y cuál es nuestra sorpresa cuando nos dicen que no, que hasta las 8:15 no podemos facturar. Joder, si nos lo hubieran dicho antes habríamos dormido otra horita, leñe.

En fin, que no recuerdo cómo (creo que haciendo varias compras y poco más), esperamos hasta la hora referida y facturamos. El calvorota de TAP nos dio las tarjetas de embarque para el vuelo Madrid – Lisboa y para el vuelo Lisboa – Nueva York.

Desayunamos, hicimos más tiempo leyendo y haciendo crucigramas y finalmente tomamos nuestro vuelo. Resulta que nuestro amigo Calvorota nos había sentado separados sin avisarnos. La cosa no era grave, simplemente teníamos el pasillo entre los dos. Compruebo las tarjetas de embarque del vuelo a Nueva York… ¡me cago en el puto Calvorota! ¡También vamos separados, Quic tiene el asiento “e” y yo el “g”! ¡En medio irá un “f” desconocido!

- Calvorota es un gilipollas, con lo pronto que hemos facturado no jodas que no había dos asientos juntos, y encima no avisa, y, jo, Quic, yo no quiero ir solita, que me da miedo… ¿Y cómo vamos a hacer los Perdidos avioneros?

-
No te preocupes, Att, yo, que soy un machote de Lanzarote, lo solucionaré. Te lo prometo.

- Mucho más tranquila, dónde va a parar.

Y así llegamos a Lisboa, donde ávida de humo corrí en busca de la zona de fumadores, me eché un cigarrito y llamé a Naz, con quien puse a parir debidamente al jodido Calvorota.

Tras pasar un “control de seguridad” de lo más absurdo (si eso es seguridad, yo soy Juana de Arco) subimos al avión, y ahí cuando empezamos a envainárnosla. Resulta que estamos en la fila 42 y, en esa fila, en ese avión, no existe el asiento “f”, por lo que Quic y yo vamos juntos y hemos insultado gratuitamente durante horas al pobre Calvorota. Eso de insultar gratuitamente será una constante en este nuestro viaje, aunque aún no lo sabíamos.

El avión despegó y allá que íbamos nosotros. El vuelo fue bastante bien. Nos dieron comida, leímos, dormimos, escuchamos música, vimos dos Perdidos avioneros (nos habíamos llevado el portátil a tal fin) y volvimos a comer.

Finalmente, aterrizamos. Quic me había preparado para pasar el control de seguridad. Porque no te creas tú que los guardias hacen el mínimo esfuerzo para que les entiendas, y si no hablas inglés, te jodes.

Allá que llego yo y un negro gordo con cara de mala hostia me suelta ¿Weyuheindeiues? Y yo ¿Ein? Y él ¿Weyuheindeiues? Y yo ¿Ein? Él gruñe, y yo Excuse me, but I don’t understand you (con mi mejor inglés y mi cara de por favor no me mates). Y él, desesperado, ¿Why-are-youuuuuuu-hereeeeeee-in-the-U-S? Y yo, Aaaaaaaaaaaahhhhh, vaaaaaaleeeeee… HOLIDAYS (Me hubiera acordado de la dichosita canción de Madonna si no hubiese sido por mi convencimiento de que el negro iba a sacar una metralleta y me la iba a meter por el culo antes de dispararla de un momento a otro).

La cosa es que me tomó las huellas dactilares, me hizo una foto, me puso un sello y me grapó la carta verde al pasaporte y me dejó pasar. Creo que aún hoy, 14 días después, me siguen temblando las piernas.

Cogimos las maletas y salimos, allí nos esperaba un señor con un cartel que rezaba, entre otros Familia Quic - Att, para llevarnos al hotel. Pero no éramos los únicos a los que el mismo tío llevaba, así que en lo que esperamos a que vinieran los que faltaban, me salí a fumar un cigarro, que estaba ya que no podía (Quic afirma que me salí a fumar DOS cigarros, pero yo no lo recuerdo así).

Un rato después estábamos ya todos los turistas y Marco, que así se llamaba el señor, empezó a repartirnos. Habíamos aterrizado en el aeropuerto de Newark, que realmente está en New Jersey, no en Nueva York, pero no está muy lejos.

En el camino hacia NYC atravesamos un largísimo túnel cuyo nombre no consigo recordar (¿puede ser túnel Holland?), pero respecto del que Marco nos informó oportunamente que había sido escenario de la peli “Pánico en el Túnel”. Así me gusta, desde el principio viendo escenarios de peli, pensé yo.

A la salida del túnel Marco paró a echar gasolina, y echó 90 litros más o menos. Yo flipé, porque la pobre Mari Puri se llena con cuarenta.

Durante el trayecto Marco nos fue informando de los diversos tours por los que su empresa se embolsa una considerable cantidad. Nosotros decidimos contratar el tour “Harlem – Misa Gospel” por aquello de que ir solos por Harlem y colarnos solos en una iglesia no nos parecía de lo más apropiado.

Otros chicos contrataron el tour “NY nocturno” y el tour “contrastes”. Los contrastes serán otra constante en este viaje.

Fuimos dejando a todos los demás en lujosos hoteles del centro y nosotros, que somos más humildes que yo que sé, nos quedamos en el Marrakech Hotel, de dos estrellas, cutre-cutre, pero con encanto, y adecuado para hacer su función de lugar donde dejar las cosas, lavar y dormir.

Estaba un poco alejado del centro, en el Upper West Side (en la parte oeste- arriba de Central Park, Broadway con la 103, para ser exactos), pero teníamos el metro en la puerta, y en 10 – 15 min. estábamos en Times Sq. Así que ni tan mal.

Eran más o menos las 17:00 en Nueva York, más o menos las 23:00 en España, y nosotros nos habíamos levantado a las 6: 00 de la mañana. Pero no podíamos dormir hasta que fuera por la noche en NYC, porque si no arrastras el jet lag durante toda la semana.

Así que, para aguantar, nos fuimos a dar una vuelta por Central Park, que nos quedaba cerca.

Vimos a unos tíos representando teatro en mitad del parque, para niños (Quic mantiene que no era para niños), y había un montón de gente viéndolos. Los tíos de vez en cuando salían corriendo y se iban a otro terreno de césped, y toda la peña se levantaba y les seguía corriendo. Molaba un montón, pero yo no entendí nada de nada de lo que decían.

Luego vimos a gente jugando al baseball. Y es que había yo no sé cuántos campos en medio del parque.

Luego nos perdimos, y nos encontramos, y nos volvimos a perder….Y caminamos, caminamos, caminamos…. Y estábamos buscando la estatua de Alicia en el País de las Maravillas, que a mí me hacía mucha ilusión hacerme una foto allí, pero no había manera. Preguntamos, nos indicaron… (un chaval de nuestra edad que según le paramos le dijo a quic “Yes, Sir” , mientras yo flipaba con ese exceso de educación) y nos volvimos a perder…. Y se hizo de noche… y nos empezó a dar miedo… y, total, que salimos del parque sin encontrarla, 30 calles más a bajo de nuestro hotel y en el lado este. Así que cogimos un taxi para que nos llevara al hotel.

Una vez allí, cenamos en un restaurante francés que había enfrente, Le café du soleil me recuerda Quic que se llamaba. Un paté y unos Moules et frites, muy rico todo. Y nos fuimos al hotel a dormir, que estábamos reventados.