El pasado 2 de julio llevé a Severa Moto al taller, a que la revisaran un poquito, que me hacía unos ruidillos un pelín raros. Serán un par de horas, al final de la mañana te llamamos y te decimos. Por "al final de la mañána" esta gente debía entender "ya cuando nos salga de los huevos", porque no me llamaron y tuve que llamarles yo al día siguiente Oye, que hay que cambiarle la correa, y que tardará un par de días en llegarnos, ya te avisamos.
Llamada va, llamada viene, al final me devolvieron a la pobre Seve el día 19, ahí es nada. Al menos, aproveché tantos días de viaje en “Metro de Madrid: Vuela (y una leche)”, para leer La Torre, de Enrique Cortés, una novela de intriga, que si bien los puristas no lo considerareis “literatura profunda”, sino otro best seller más, yo recomiendo encarecidamente por dos razones, una, porque la historia engancha y es original, y dos, porque el escritor es un compañero de la facultad, respecto del que me hace mucha ilusión que haya conseguido que le publiquen y quiero colaborar a que pueda vivir de esto. Así que todos a comprar La Torre, y a recomendarla por ahí, leñe.
Bueno, total, a lo que iba, que el 19 me llama el chico del taller y empieza a contarme todo lo que le ha hecho a Seve, y para vergüenza mía me dice que es que todavía tenía puesto un limitador (o algo) en el vibrador (o en el variador, qué sé yo) y que, claro, así cómo va a correr y que me la podía haber cargado y que bla bla bla. Y yo que, claro, que es que cómo soy así, que qué desastre.
Tras colgar, le pregunté a mi secre, que de motos sabe mucho, y me explicó lo que era el tal limitador (ella lo explicó muy bien, no obstante lo cual yo no entendí ni papa) y me dijo que normalmente se quita tras el rodaje, en la primera revisión, al año o así.
Avergonzada y apesadumbrada fui a recoger a Seve y le pedí perdón por no haberle quitado antes el limitaleches ése. Ella me dijo que no preocupase, pero que había descubierto un mundo nuevo al comprobar que ese dolorcillo que sufría al intentar acelerar no era normal, no tenía porqué soportarlo y ya ha quedado en el olvido.
Esta conversación con mi moto (sí, qué pasa, necesito vacaciones) me recordó la historia de mi hermano R, que estando ya entradito en la adolescencia fue al médico y ante la pregunta ¿Te duele al orinar? Respondió, ante la estupefacción generalizada, Bueno, lo normal.
Tras alguna operación descubrió no sólo que no es normal que te duela al mear (algo que le había acompañado toda su vida), sino que la micción, según cómo, cuándo y cuánto es, incluso, bastante placentera.
Llamada va, llamada viene, al final me devolvieron a la pobre Seve el día 19, ahí es nada. Al menos, aproveché tantos días de viaje en “Metro de Madrid: Vuela (y una leche)”, para leer La Torre, de Enrique Cortés, una novela de intriga, que si bien los puristas no lo considerareis “literatura profunda”, sino otro best seller más, yo recomiendo encarecidamente por dos razones, una, porque la historia engancha y es original, y dos, porque el escritor es un compañero de la facultad, respecto del que me hace mucha ilusión que haya conseguido que le publiquen y quiero colaborar a que pueda vivir de esto. Así que todos a comprar La Torre, y a recomendarla por ahí, leñe.
Bueno, total, a lo que iba, que el 19 me llama el chico del taller y empieza a contarme todo lo que le ha hecho a Seve, y para vergüenza mía me dice que es que todavía tenía puesto un limitador (o algo) en el vibrador (o en el variador, qué sé yo) y que, claro, así cómo va a correr y que me la podía haber cargado y que bla bla bla. Y yo que, claro, que es que cómo soy así, que qué desastre.
Tras colgar, le pregunté a mi secre, que de motos sabe mucho, y me explicó lo que era el tal limitador (ella lo explicó muy bien, no obstante lo cual yo no entendí ni papa) y me dijo que normalmente se quita tras el rodaje, en la primera revisión, al año o así.
Avergonzada y apesadumbrada fui a recoger a Seve y le pedí perdón por no haberle quitado antes el limitaleches ése. Ella me dijo que no preocupase, pero que había descubierto un mundo nuevo al comprobar que ese dolorcillo que sufría al intentar acelerar no era normal, no tenía porqué soportarlo y ya ha quedado en el olvido.
Esta conversación con mi moto (sí, qué pasa, necesito vacaciones) me recordó la historia de mi hermano R, que estando ya entradito en la adolescencia fue al médico y ante la pregunta ¿Te duele al orinar? Respondió, ante la estupefacción generalizada, Bueno, lo normal.
Tras alguna operación descubrió no sólo que no es normal que te duela al mear (algo que le había acompañado toda su vida), sino que la micción, según cómo, cuándo y cuánto es, incluso, bastante placentera.
Y para acabar este sin sentido, os diré que anoche fuimos a los Jardines del Galileo a ver Casa con dos puertas mala es de guardar, y me gustó muchisimo, la obra, el recinto, el ambiente, la sangría y todo. Qué bien que lo pasemos.