28.2.06

La moto y yo.

Por razones que no vienen al caso resulta que suelo salir bastante tarde de trabajar. Y soy de natural perezosa, por lo que pegarme una hora (casi) de metro para volver a casa a las 23:00h. no me hace nada de ilusión.

Consecuencia: cada vez que salgo tarde, me pillo un taxi. Consecuencia 2: la ruina de mi unidad familiar está más bien cercana.

Así que me decidí a comprarme una motito (ciclomotor). Concretamente, a comprarle a mi hermana una motito que tenía semi muerta de risa.

Mi experiencia con ella, por mucho cariño que le tengo, no puede ser considerada como positiva.

La primera vez que la cogí, fue por la urbanización de mi hermana (a diferencia de la mayoría de la gente, yo jamás había cogido una moto en mi adolescencia, y la idea de cogerla directamente por Madrid me acojonaba bastante).

Primer día, primer desastre: me quedé sin gasolina. Empujando se solucionó la cosa. No fue tan grave, pero era sólo el principio.

Varias veces más la cogí por la urbanización, y cuando me sentí segura, pedí que me la bajaran a Madrid.

La primera vez en la capital, la cogí para venir a currar un sábado (que ya de por sí es bastante horrible). A la ida me llovió, pero eso no es nada.

Cuando salí de currar, a eso de las 21:00 h., ocurrió el segundo desastre: a dos manzanas del punto de partida, la moto se paró y decidió que no arrancaba más.

Tras varias llamadas intentando que me dijeran qué hacer por teléfono, que viniera una grúa y anulando las citas que tenía a continuación, vino mi cuñado (que vive al lado de donde me quedé tirada, no soy tan perra como para hacerle cruzar media ciudad) e intentamos hacer de mecánicos. No sirvió de nada.

Ayer, mi querida moto volvió a mis manos previo paso por el taller. No he conseguido entender lo que le pasaba, pero la cosa es que ya funciona.

La cogí para volver a casa, me estaba quedando sin gasolina y (aprendida la lección tras el primer desastre) paré en una gasolinera y pedí que me cargaran 5 euros en el surtidor de turno. Cuando llevaba algo más de 3 euros gastados, tercer desastre: el depósito se llenó, yo no me dí cuenta y la gasolina empezó a desbordarse. Una riada de gasolina era aquello.

Total, que le regalé euro y medio al Sr. Gasolinero, y me fui a casa acojonada con la obsesión de que, al desbordarse, la gasolina había ido a parar a donde no debía y que la moto, conmigo encima, iba a estallar de un momento a otro.
En fin, que acojonadita, pero sin estallidos, llegué a casa y me dispuse a subir el bordillo de la acera. Cuarto desastre (y último por el momento, gracias a Dior): me pasé con el puño, la moto salió disparada y me empotré contra la verja que cubre el seto de la entrada de mi casa, que ha quedado monísima, abollada toda ella.
(Si algún vecino lee esto, que olvide el último párrafo: YO NO HE SIDO).
Al intentar parar/frenar/poner los pies/hacer lo que fuese, me di un golpe en la rodilla que hace que ésta hoy me duela de una forma que podríamos denominar considerable.
En definitiva, que cualquier día me mato, no digais que no os avisé.

24.2.06

Historia del otro.

Ayer fue para mi el día del conflicto árabe-israelí.
Por la noche fui a ver Munich. Me gustó mucho, aunque se me hizo un poquito larga. También es verdad que no me dormí, que es buena señal.
Yo siempre me duermo en los cines. No puedo evitarlo. LLego allí, me siento, apagan las luces, la gente se calla, y servilleta se queda dormida. De hecho, ya lo he dicho por ahí alguna vez, me parece una inversión cojonuda pagar 6 euros (o más, que últimamente la cosa es de flipar) por una hora y media o dos durmiendo sin que nadie te moleste.
Pero ayer no me dormí, pese a que la peli empezaba a las 21:30 h. y acabó a eso de las 00:00 h. Lo cual quiere decir que me gustó, sin lugar a dudas.
Y cuando llegué a casa, encima de la mesa me esperaba un paquete, lo abro y allí está, el libro que llevo esperando desde septiembre: La historia del otro.
Es un libro sobre el conflicto árabe- israelí, escrito por seis profesores de historia palestinos y seis profesores de historia israelíes (¿israelíes o israelitas? Ay, madre...).
Pedí este libro a la ONG que lo edita allá por septiembre, a través de internet. Me dijeron que me llegaría en dos semanas. Ese mismo día me hicieron el cargo en la tarjeta de crédito.
Tres semanas más tarde llamé para ver qué pasaba. Me dijeron que había huelga de transportistas.
Dos semanas después llamé para ver qué pasaba, me dijeron que no lo sabían, que me devolverían la llamada. Me la devolvieron, y me dijeron que yo no había hecho ningún pedido. ¡Pero si hasta me lo habéis cobrado!, dije yo.
Bueno, pues rehago el pedido por teléfono, pero ya no me lo cobran más veces. Me dijeron que me llegaría en dos semanas.
Esta misma conversación se ha repetido más o menos cada quince días desde entonces. Hasta que el lunes me llamó una chica, desde el propio almacén, que me aseguró que ella misma lo iba a empaquetar y a enviarmelo, y que en cuatro días más o menos lo tendría en casa. Y así ha sido.
Lástima de no haberme quedado con su nombre, para llamarla y mandarle un besazo.
Si nunca en estos meses les he mandado a la mierda y les he pedido que se metieran el libro por el culo, ha sido por dos razones:
Una, QUIERO leer ese libro. Y sólo lo venden ellos, que yo sepa. Es verdad que tienen una tienda a la que puedes ir, pagar y llevartelo tú misma, pero siempre he sido consciente de que jamás me acordaría de hacerlo, así que quería que me llegara el libro a casa.
Dos, las tías con las que he hablado siempre eran encantadoras, y siempre se las notaba realmente avergonzadas por mi situación con el dichoso libro. Me hacían sentirme incapaz de ponerme borde.
En fin, lo importante es que ya tengo el libro. Y durante estos meses me he creado tantas expectativas con él, que estoy por no leerlo, porque seguro que me decepciona.

22.2.06

La luz al final del túnel.

Ayer por la noche creí que me moría. Más bien, creí que me suicidaba, esta vez sí que sí.

Tuve una cagada en el curro espectacular, y que hacía temblar un trabajo importante que tenía que hacer hoy. Fue una cagada mía, absolutamente mía. Y se arregló sola (y por el buen hacer de un buen samaritano - sí, todavía quedan - al que nunca se lo agradeceré bastante y al que le di los 10 euros - vale, no tenía más - que mejor he invertido en toda mi vida).

Cuando se lo he contado hoy a mi madre, sólo me ha dicho "o sea, que ayer te visitó tu ángel de la guarda". Yo no creía en esas cosas, pero desde ayer yo ya no dudo de ellas.

Me reconozco especialmente responsable a la hora de preocuparme con el trabajo. Quizá me preocupo demasiado, por lo que no sé si esta responsabilidad es un defecto o una virtud. Por ello, cuando ayer cometí una cagada propia de una irresponsable, me quería morir.

Pero bueno, se solucionó solo. Y mi ataque de nervios se fue calmando poco a poco gracias a quien se cogió un taxi y se vino a casa a hacerme compañía. Algo por lo que yo no hubiera apostado hace tan solo unos días. Gracias.

Y hoy el trabajo ha salido realmente bien. Quizá la conclusión final no será la que yo querría, pero eso ya no depende de mí.

Yo me quedo con la satisfacción que da el saber que has hecho tu trabajo lo mejor posible. Que has dado todo lo que tenías. Y, qué coño, que lo has hecho mejor (mucho mejor, incluso) que otro con más tablas.

La satisfacción del trabajo bien hecho, en definitiva. Y la satisfacción del ver que no has perdido la ilusión del todo. Que hoy te lo has pasado bien, y que hay posibilidad de recuperarse.
Vuelve a haber luz al final del túnel.

19.2.06

Aburrimiento.

Estaba intentando recordar algo gracioso que me haya pasado últimamente para poder escribir sobre ello.

Y nada. Eso ha sido todo lo que he conseguido recordar: NADA.

Y es que mi vida es de lo más aburrida últimamente. No paro de hacer cosas, me faltan unas ocho horas diarias para llegar a todo, podría decirse que no tengo tiempo ni para aburrirme.

Pero lo cierto es que me aburro constantemente. Me aburre soberanamente trabajar, aunque no paro de hacerlo.

Me aburre limpiar, me aburre escuchar música, me aburre estar sola, me aburre ver pelis, me aburre estar con la gente.

El viernes salí, vi a amigos que hacía tiempo no veía, conocí gente nueva bastante maja, bailé, bebí, canté... Acabé pasadas las seis.

Se diría que fue una noche estupenda. Y lo triste es que para mi fue un soberano aburrimiento.

Si no me fui a casa antes, sólo fue porque era consciente de que en casa no lo pasaría mejor, y sólo quería llegar lo suficientemente cansada para dormirme rápido. Qué gris es todo.

17.2.06

Viernes tarde, y currando.

Me acaba de llamar un tio con el que colaboro habitualmente (profesionalmente hablando) y lo primero que me ha dicho cuando le he cogido el teléfono ha sido : Anda, pensaba que no estarías.
"Entonces, para que coño me llamas", he pensado yo. Pero no se lo he dicho, me he limitado a decirle: Pues ya ves que estoy, y si me llamas mañana o pasado, también estaré.

Y es cierto, mañana trabajo, y pasado también, y al otro, y al otro, y al otro...


Es lo bueno que tiene dedicarse a una profesión liberal de forma autónoma: trabajas tanto que pierdes tu vida propia, ganas cuatro duros y la mitad se los lleva hacienda, ni se te ocurra ponerte enfermo...

Eso sí, puedo decirlo con orgullo, incluso gritarlo: ¡SOY UNA MUJER MODERNA Y LIBERADA!

Y una mierda, me sentiré una mujer liberada cuando pueda dejar de trabajar y dedicarme a cultivar mi cuerpo y mi mente todo el día.

Lo digo sin miedo: ¡QUIERO SER AMA DE CASA!

Una compañera de la facultad siempre lo decía: Yo estudio esto porque sé que tendré que trabajar, y esto me gusta, pero no es vocación. Yo, en realidad quiero ser ama de casa y cuidar a mis hijos. Es una vida ideal. Quiero hacerme amiga de otras madres y tomar café con ellas tras dejar a los niños en la escuela, quiero tomar una coca light con las chicas del gym tras sudar durante una horita, quiero que depilarme sea lo que más estrés me cause en toda la semana.

Yo siempre contestaba que me cansaría de una vida así, que aunque fuera rica me dedicaría a mi profesión porque lo mio era verdadera vocación, que quizá prestaría mis servicios a ong's o algo así, pero que seguiría trabajando.

Ay, cuán equivocada estaba.

Tras un tiempo (tampoco muchísimo) de trabajar y trabajar sin casi tener tiempo de pararme a mirar, me acuerdo de lo que decía mi amiga y veo en sus palaras el sueño de mi vida, la utopía que nunca alcanzaré.

Sí, es viernes por la tarde, la gente está pensando a qué hora quedará, o qué se va a poner, y yo no sé a que hora saldré, ni si debería salir, porque mañana curro otra vez.

Qué asco.

13.2.06

Triste, pero cierto.

El otro día, concretamente el pasado sábado, estaba en casa viendo la tele (triste, pero cierto) y durante un rato me detuve a ver Salsa Rosa (supongo que eso decimos todos, que lo vemos de pura casualidad, y sin entusiasmo, yo en realidad - venga, lo reconoceré- lo veo cada sábado que me quedo en casa - triste, pero cierto-).

La cosa es que estaban entrevistando al hermano de Pedro Carrasco (gracias a Dior no tengo que pasar la vergüenza de recordar el nombre del hermano, que ya sería el colmo), y una cosa que dijo se me quedó grabada y me hizo pensar (sí, triste, pero cierto): en la vida, cada uno recibe lo que da. Si das cariño, recibes cariño, si das discordia, recibes discordia.

¿Será esto verdad? Espero que no, porque entonces, descuadraría todos los esquemas que mi mente se ha hecho recientemente.

Siempre creí estar dandolo todo y, a cambio, haber recibido muchas cosas buenas, y algunas pocas malas.

Hasta que, de repente, me empezaron a pasar putadas, una detrás de otra, y a cada cual más gorda. ¿Querrá esto decir que, también de repente, he comenzado a hacer putadas a los demás, una detrás de otra y a cada cual más gorda?

Pues, sinceramente, de ser así, preferiría haberlas hecho conscientemente, porque al menos podría haber previsto lo que se avecinaba. E incluso, quién sabe, apelando a ese ser rastrero que todos llevamos dentro, podría haber disfrutado puteando a los demás, y ahora no me sentiría tan mal. Triste, pero cierto.

9.2.06

Honradez.

Honradez.
(De honrado)
1. Rectitud de ánimo, integridad en el obrar.

Recto, ta.
(Del latin rectus)
4.adv. Justo, severo e intachable en su conducta.

Ánimo.
(Del latín animus)
2. Valor, esfuerzo, energía.
3. Intención, voluntad.
4. Atención, pensamiento.

¿Por qué será que nos cuesta tanto ser honrados? A unos más que a otros, evidentemente.

Todos, en mayor o menor medida, dejamos de ser honrados en algún momento. Y lo verdaderamente triste es que renunciamos a nuestra honradez por motivos puramente egoistas y, en la mayoría de los casos, absolutamente superficiales.

Me enseñaron a ser honrada de pequeñita. Uno puede meter la pata mil veces en la vida, pero todo tiene solución cuando se actúa de corazón y con honradez. Eso me decían, e intento recordarlo y aplicarlo cada día de mi vida.

Aunque, lamentablemente, no es fácil encontrar a gente que valore la honradez tanto como yo lo hago.

Y no, no hablo de ser ese tipo de gente que como defecto propio señala "soy demasiado sincera". Anda y vete a tomar por culo, hombre ya.

8.2.06

Hombres.

Llevo toda la semana con una canción verdaderamente espantosa, hortera y mala de cojones en la cabeza dando vueltas. A ver si sometiéndome al escarnio público (de ese público tan numeroso que tiene este blog) se va de una vez.

Todos los hombres son tan egoistas que han confundido macho con machista
Todos los hombres son tan presumidos que han olvidado ser agradecidos

Ellos son así por naturaleza
Viven dominados por su vanidad
Corren impulsados por sus ansias de ganar y nada más
Ponen el cerebro, nunca el corazón
Vuelan como cuervos a tu alrededor y al sexo llaman amor
Ellos son así desde la prehistoria
Siguen los caprichos de su voluntad
Cuando tienen todo, siempre quieren mucho más, es lo normal
Digan lo que digan, tienen la razón
Hagan lo que hagan, te lo digo yo: No saben pedir perdón

Todos los hombres son desordenados y siguen siendo niños malcriados
Todos los hombres son tan especiales que han conseguido ser todos iguales...
Y sigue así, una y otra vez. Y las tías la cantan sin vergüenza alguna. A mí me da vergüenza ajena escucharla, y vergüenza propia mantenerla martilleando mi cerebro. Pero no hay nada que hacer, es un caso perdido.