Empezamos el día paseando por Central Park, por la zona que, en honor a John Lennon, se llama Strawberry Fields. Por fin hoy encontramos la estatua de Alicia en el País de las Maravillas, y la de Hans Christian Andersen.
La gente es muy maleducada, y los niños hijos de padres maleducados, son más insoportables si cabe, por todo lo cual fue imposible hacerme una foto yo sola con Alicia, así que como recuerdo tengo una foto en la estatua con dos niños feos detrás con cara de “a ver si esta tía se marcha ya”.
Después fuimos al MET, dónde decidimos separarnos para economizar el tiempo, pues cada uno tenía ganas de ver cosas distintas. Nuevamente, tratándose de arte, dejaré que la crítica la haga Quic si quiere.
Yo, que soy mucho más banal, destacaré que un cuartucho del museo estaba dedicado a tienda de oportunidades, dónde podías comprar libros, posters, juguetes, recuerdos… que, por ser viejos o estar un poco estropeados, eran baratísimos. Nosotros adquirimos un reloj de pared de lo más chulo.
Quic me mataría si no hiciera mención a los cuadros de muñecas de Rosenquist, que le dejaron absolutamente flipado. Yo creo que lo que más me gustó fue la zona de esculturas, aunque flipé con lo pequeño que el El Pensador.
A la hora convenida nos encontramos en las escaleras exteriores del museo, y nos dirigimos a una hamburguesería supuestamente famosa que venía reseñada en nuestra guía. Lugar imprescindible en todo viaje friqui a NY que se precie: “Lexington Candy Shop" en la esquina de Lexington Av. con la E83St.
Típica hamburguesería de película, con su pared a rayas, sus taburetes, sus paneles separadores entre las mesas… no sé como describirla mejor, pero si sois seres dignos de atención, sabréis a qué me estoy refiriendo (Y si no, tal vez os ayude la foto).
De allí fuimos al hotel a cambiarnos y volvimos a aventurarnos camino al Rucker, a ver si esta vez teníamos más suerte y conseguíamos ver un partido decente. Pero no, vimos niños y más niños, qué se le va a hacer.
Eso sí, como esta vez habíamos dejado los prejuicios en casa, no pasamos nada de miedo. Como en nuestro barrio íbamos los dos más chulos que un ocho. Qué coño, que somos de Vallecas (bueno, yo lo soy sólo de adopción, pero algo es algo).
Una vez comprobado que no había partido ni ná, nos fuimos a la tienda NBA a ultimar unas compritas y quedamos con Mil y V., amigos de Quic que, casualidades de la vida, estaban también en NYC. Tuvimos una cena de lo más agradable, contándonos mutuamente en qué nos habíamos fundido la pasta y de camino adónde nos había salido esta última ampolla.
Una vez nos despedimos de Mil y V., Quic y servilleta nos encaminamos hacia nuestra primera y única noche de copas en estos lares. En la guía venían recomendados un par de garitos que tenían un lounge en el que se podía fumar, y como para mi cubata – cigarro son entes inseparables, allá que nos dirigimos. Pero resulta que no se podía entrar con zapatillas (no conocen aquí a esos chicos tan majos del El canto de loco) y claro, nosotros, como que no.
Empezamos a dar vueltas y finalmente encontramos un sitio en, creo, Ámsterdam o Columbus Av., que tenía buena pinta. Tras descubrir que los cubatas de ron no eran su fuerte, me pasé, siguiendo el ejemplo de Quic (que siempre tiene mejor ojo para esto de las copas) a los mojitos. Nos tomamos unos cuántos, no sabría precisar y nos fuimos a dormir (la).
A destacar el hecho de que, con mi escaso (más bien nulo) nivel de inglés, fui perfectamente capaz de mantener la típica conversación de cola de baño de chicas.
- ¿Esta ocupado?
- Sí.
- ¿Seguro?
- Sí.
- Tarda mucho ¿no? Porque lleva un rato sin avanzar la cola.
- Sí.
- No entiendo como algunas tardan tanto, yo no tardo casi nada.
- Ya.
Supongo que adivinareis cual de las dos interlocutoras era yo.
SÁBADO 12 DE AGOSTO DE 2006: TIENDA ADIDAS – LISBOA – MADRID – BARCELONA
Nos despertamos con el tiempo justo para ir a la tienda adidas a intentar comprarnos una bolsa deporte. La necesitábamos para poder traer de vuelta todas las cosas que habíamos comprado, y eso que nos habíamos llevado una maleta vacía a tal fin, que resultó ser claramente insuficiente.
La compramos y Quic aprovechó para comprarse por fin las zapatillas adicolor de la rana Gustavo, que las llevábamos viendo todo el viaje pero nunca tenían de su número. Curiosamente, no las tenían en a tienda adidas, sino en otra tienda de zapas que había al lado.
Volvimos al hotel, terminamos de hacer las maletas y bajamos a esperar a Marco, que el día anterior nos había llamado (ojo, a las 7 de la mañana) para decirnos que nos recogían a la una de la tarde (nuestro avión salía a las seis y media) para llevarnos a Newark.
Íbamos un poco acojonados, porque dos días antes habían cogido a los supuestos terroristas en Londres, y las medidas de seguridad se habían multiplicado por diez mil. De hecho, el día anterior habían desalojado Newark por culpa de un paquete “sospechoso”.
Lo hicimos bien, porque facturamos todo excepto mi bolso (que iba lleno de libros) y el portátil, así que pasamos el control de seguridad en cinco minutos (no había ni colas para pasarlo), eso sí, lo pasamos descalzos, y yo sin calcetines (cosa de llevar sandalias, leñe) y creo que me traje todas las bacterias de la moqueta del aeropuerto adheridas a las plantas de mis pies.
El viaje pasó bien, comida, Perdidos, lectura, dormir, comida, aterrizar. Directamente nos metieron en un coche en Lisboa, nos llevaron a pasar el control de pasaporte y vuelta a otro avión rumbo a Madrid.
Una vez aterrizamos fuimos a casa de mi madre, a verla, recoger algo de comer y, lo más importante, la cinta donde mi querida madre me había grabado los tres primeros capítulos de 24.
Tras un rato de charla nos fuimos a casa, deshicimos maletas, las hicimos de nuevo, comimos, Quic se durmió en un sillón, yo vi los tres capítulos de 24 (parándolo una vez para dar una cabezada de 30 minutos), y vuelta al taxi, y vuelta al aeropuerto, y un nuevo avión rumbo a Barcelona.
Tras intentar colarnos en casa de los vecinos por razones que no vienen al caso, llegamos al piso que habíamos alquilado a eso de las once de la noche del domingo día trece (del hotel de NY habíamos salido a lasa 13 h. del sábado) absolutamente reventados, pese a lo cual le eché dos huevos y me pegué dos capítulos de 24 antes de dormirme.
5 comentarios:
Muy bien, querida, muy bien. Que conste que anteayer me acordé mucho de vosotros, con lo del Voley Playa femenino y tal.
Tú y Quic dais mucha envidia en estos momentos. Lo bueno es que cuando vaya a NYC (que iré, espero que antes de 2008) no tendré que pensar, que es lo que peor llevo, y me limitaré a imprimir tus entradas y seguir la misma ruta. Sólo quitaría, si acaso, los no-partidos en barrios marginales.
Ahora sólo falta que él se decida a actualizar algún día o bien que nos comuniquemos por alguna vía más tradicional (email o teléfono, mayormente) y nos contéis qué tal os ha ido en la segunda parte de las vacaciones, que ya estamos también intrigados.
He vuelto, coño.
Y Sue, efectivamente, estos posts son una guía de NYC en una semana difícilmente mejorable.
pero chiquilla...¿¿CUANDO TERMINAN VUESTRA VACACIONES?? (verde de envidia)
mi nyc, seguramente no sea igual, porque quiero ir en invierno, bien nevadito, patinar sobre hielo, comprar mil y un adornos navideños y cantar villancicos por los portales, pero lo que seguramente si imitaré seran esos perritos y hamburguesas!!
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