22.11.07

El virus del mal rollito

Leía el otro día un artículo en el País Semanal acerca de algo así como "el contagio emocional". No digo el autor porque no lo sé, y no pongo el link porque en la página de El País no hay quien encuentre nada.

No me hagan mucho caso en la terminología exacta, que yo para esto tengo una memoria nefasta, pero el articulillo en cuestión venía a decir algo así como que las emociones y las energías se contagian de una persona a otra.

Hay gente, decía el texto, que de por sí y sin proponerlo transmite alegría, ganas de hacer cosas, vitalidad... Y hay otra gente, seguía diciendo el texto, que nos transmite cansancio, pesadumbre, tedio... Y así, con los primeros nos apetece quedar siempre, sin pensarlo dos veces, y con los segundos solemos tener más pereza, aun cuando no siempre seamos conscientes de que esto es así o de por qué es así.

En fin, que me voy por las ramas. El tema era que el artículo hablaba de las ventajas de ser consciente de que las emociones, los estados de ánimo, se contagian como si de un virus se tratara. Las de los demás nos influyen a nosotros, y las nuestras a quienes nos rodea.

Así las cosas, siendo consciente de esto, uno puede llegar a controlar el tema, y, de un lado, puede esforzarse en transmitir emociones positivas, creando un buen ambiente a su alrededor , lo que redundará en su beneficio; y, de otro, puede tratar de relacionarse con aquellos que le contagian cosas positivas, evitando a los que les meten el mal rollo en el cuerpo.

¡Pues vaya chorrada! Dirán muchos de ustedes.

Pues ya ven, qué quieren que les diga, a mí el tema me pareció interesante y me hizo plantearme que sí, que ultimamente estoy muy así (me hacen estar muy así), y debo transmitir un cansancio y un hartazgo de padre y muy señor mío. Y que pobres los que me tengan que aguantar, sobre todo Quic, que me aguanta todos los días, estoicamente.

Y te lo replanteas y dices: venga, va, voy a esforzarme en trasmitir buen rollo.

Y en esas estaba yo el domingo por la noche, que es a lo que venía este post, en concentrarme para poder transmitir energía positiva.

Y llega el lunes y curro 10 horitas + otras 2 de clase. Y pienso, recuerda: positivo, positivo, positivo. Uno dos y tres, cuatro cinco y seis.

Y llega el martes y curro 13 horitas seguiditas también. Y pienso, recuerda: positivo, positivo, positivo. Uno dos y tres, cuatro cinco y seis.

Y llega el miércoles y empiezo a currar a las 9 de la mañana y termino a la 1:30 de la madrugada. Y, saliendo del despacho, pienso, recuerda: positivo, positivo, positivo. Uno dos y tres, cuatro cinco y seis.

Pero entonces, justo antes de meterme en un taxi, me doy cuenta de que me he dejado la cartera en el despacho y me toca volver a por ella. Cuando me siento por fin en el taxi de camino a casa, pienso, es la 1:45, en lo que llego a casa y ceno algo, las 2:30, como poco. Mañana me toca levantarme a las 7. Y me digo, recuerda: positivo, positivo....

¡A TOMAR POR CULO LA BICICLETA Y VOSOTRAS A JODER A LA CALLE! ¡EL PUÑETERO PSICÓLOGO ÉSE NO SABE LA PUTADA QUE ME HA HECHO CON LA MIERDA DEL BUEN ROLLO CONTAGIOSO Y LA MADRE QUE LO PARIÓ! ¡QUÉ CONTAGIO EMOCIONAL NI QUE NIÑO MUERTO! ¡QUE CURRE UN POCO Y SE DEJE DE HACERSE PAJAS MENTALES EL MUY CABRÓN!

Sí, lo sé, tal lenguaje no es apropiado en la boca (o los dedos) de una princesita como yo, pero... es que... ¡¿CÓMO COÑO PRETENDEIS QUE CONTAGIE BUEN ROLLO?!

¡VAYA UD. A LA MIERDA! (En sentido homenaje)

6.11.07

¡Puag!




Hoy hemos ido Quic y yo a nuestro banco, a ver si metíamos presión suficiente para que nos rebajen la hipoteca un poquito. Ese sueño que recurrentemente tienen miles, millones de españolitos de a pie.

La directora de nuestra sucursal es... digamos... churretosa toda ella. Churretoso es su pajizo pelo, churretosa es su fantasmal cara, churretosas sus manos, churretosa su ropa y churretoso es, en general, su caótico despacho.

Yo estoy muy en contra de que para los puestos de cara al público sólo se elija a gente guapa. Pero, coño, una cosa es fea (que ésta lo es, y mucho) y otra cosa es sucia, repugnante, grimosa (que ésta lo es, y aún más).

Antes de verano fuimos a verla, con el mismo fin, y aquél día nos recibió con una camisa que además de churretosa, tenía una clara carencia de botones en la parte superior. Aquella camisa se abría más de la cuenta, y yo no podía apartar la vista de aquel churretoso y raído sujetador cubriendo ese churretoso y minúsculo pecho.

Aquel día no podía dejar de pensar en qué cojones hacíamos nosotros, con nuestra clase y nuestro glamour, negociando con una mujer que no se preocupaba lo más mínimo en esconder su ropa interior de serie B.

Hoy nos ha recibido algo más tapadita (oh, bendito otoño), pero ese pelo paja churretoso seguía ahí, acechante, amenazante. Esa cara de “no me entero ni del NODO” mientras soltaba por esa boca de dientes amarillos una serie de sandeces que no nos convencían ni un poquito y en las que, además, no tenía razón alguna (hay que hacer mejor los deberes, nena).

Cuando hemos salido de allí, Quic afirmaba indignado que tenemos que pirarnos de este banco, porque donde dijeron digo ahora dicen Diego, y por ahí no pasa y que pin y que pun. Yo estoy de acuerdo, tenemos que pirarnos, pero porque me da grima que mi dinero y mi hipoteca en estén en manos de Madame Sarro Churrete.