La noche empezó prometedora: la lluvia y el frío no impidieron que fuéramos a un parque a presenciar el concierto de un grupo cuyo cantante llevaba un trozo digamos que considerable. Pero eso no sería lo más patético de la noche.
Seis participantes en la historia, a saber: Quic, Sue, D., G., Mademoiselle E. y servidora. Los seis nos montamos en Mari Puri y nos encaminamos a la humilde morada de ATT y Quic, previo paso por la gasolinera para el pertinente avituallamiento.
Resumamos: Alcohol, drogas, buena música, agradable conversación... G., Quic y D. enviciados con el GEOMAG... G. se quiere ir, Sue se pone otra copa... G. y D. avisan de que la puerta del baño amenaza con quedar atrancada (lo que descubrieron de algún modo que nunca sabremos)... Todos deciden marcharse, Sue pide un segundo para ir al baño… Sue se queda encerrada en el baño.
Sí, señores, son las 4:30 de la madrugada. Estamos todos más o menos borrachos, y Sue está encerrada en mi cuarto de baño.
Tras un pequeño intento de sacarla de allí, llamamos a un cerrajero de urgencia, que nos avisa de la barbaridad que, como mínimo, nos va a cobrar por salir a la calle a esas horas. Decidimos que somos más machotes que nadie, y que no hay cerradura que se nos resista.
Desmontamos la cerradura por fuera mientras Mademoiselle E. le da ánimos a Sue desde el jardincillo de la comunidad, a través de la ventana del baño. Le pasamos a Sue el destornillador, mientras ella nos pasa la llave ¿allen? que estaba guardada en el mueble del baño.
Los tornillos no salen, intentamos hacer palanca, el marco empieza a resquebrajarse. Vamos entrando y saliendo del jardín. Le damos ánimos e instrucciones a Sue. Rompemos tarjetas de crédito caducadas y dejamos algo chungo el DNI de D. Nos pasamos cigarrillos por la ventana de la cocina.
Empujamos la puerta, damos martillazos aquí y allá. Sue parte el martillo. En un momento dado, Mademoiselle E. (desde el jardín) y Sue (desde el baño) entonan el “cumpleaños feliz” dedicado a Quic. Pero él no se entera porque… ¡se ha quedado dormido en plena crisis!
La puerta está agrietada, el embellecedor descascarillado, la pletina interior torcida, el marco fuera del plano de la pared, Mademoiselle E. reparte cigarros y ánimos bajo la lluvia, G. repite una y otra vez Con que un segundo, ¿eh Sue?... Quic ronca y yo no puedo sino llorar de la risa … de perdidos al río… ¡tiremos la puerta abajo! D. se lanza repetidamente contra la puerta, y rebota contra las paredes y estanterías del pasillo. G. hace lo propio y termina cayendo de culo con notable dolor allá donde la espalda pierde su casto nombre. D. lo vuelve a intentar, y el panel central cede. Conseguimos una raja considerable.
Entra en juego ATT (que ya antes había dado notables caderazos a la puerta) y empieza a soltar patadas a diestro y siniestro, hasta que su pierna atraviesa la puerta. Ahora sí tenemos un agujero de verdad.
D. intenta en vano abrir a través del agujero. Arrancamos un poco más con las manos y hacemos un hueco lo suficientemente amplio para que Sue pueda salir de allí. Primero lo intenta de cabeza, y luego lo consigue sacando los pies. Les echo a todos de casa. Son más o menos las seis y algo.
Quic sigue roncando. Pero yo he decidido que por mis huevos quito ese maldito picaporte interior. Me meto en el baño por el agujero y tras mucho esfuerzo arranco el maldito tornillo de la amargura. No sirve de nada. El mecanismo está fuera pero la puerta no se abre.
Son las siete y media, mejor me voy a la cama. A las 11 me despierto y empiezo a recoger trozos de madera de toda la casa. Quic se levanta con arcadas, pero no entra por el hueco de la puerta del baño. Cojo unos alicates y empiezo a arrancar trozos hasta que Quic puede entrar.
Por fin llega mi cuñado: ese héroe. En 15 minutos consigue sacar el mecanismo interior de la cerradura y, por tanto, abrir la puerta. Y en otros 10 minutos consigue un cartón y me lo pone en la puerta para que, provisionalmente, tengamos en el baño un mínimo de intimidad.
En fin, ¿quieren ustedes pasar una noche divertida? ¡Vengan a ATT’s house! Eso sí, vengan ustedes pronto, porque aunque (sorprendentemente) los vecinos no se han quejado, después de lo de anoche no creo que tarden mucho en hacerlo.
Seis participantes en la historia, a saber: Quic, Sue, D., G., Mademoiselle E. y servidora. Los seis nos montamos en Mari Puri y nos encaminamos a la humilde morada de ATT y Quic, previo paso por la gasolinera para el pertinente avituallamiento.
Resumamos: Alcohol, drogas, buena música, agradable conversación... G., Quic y D. enviciados con el GEOMAG... G. se quiere ir, Sue se pone otra copa... G. y D. avisan de que la puerta del baño amenaza con quedar atrancada (lo que descubrieron de algún modo que nunca sabremos)... Todos deciden marcharse, Sue pide un segundo para ir al baño… Sue se queda encerrada en el baño.
Sí, señores, son las 4:30 de la madrugada. Estamos todos más o menos borrachos, y Sue está encerrada en mi cuarto de baño.
Tras un pequeño intento de sacarla de allí, llamamos a un cerrajero de urgencia, que nos avisa de la barbaridad que, como mínimo, nos va a cobrar por salir a la calle a esas horas. Decidimos que somos más machotes que nadie, y que no hay cerradura que se nos resista.
Desmontamos la cerradura por fuera mientras Mademoiselle E. le da ánimos a Sue desde el jardincillo de la comunidad, a través de la ventana del baño. Le pasamos a Sue el destornillador, mientras ella nos pasa la llave ¿allen? que estaba guardada en el mueble del baño.
Los tornillos no salen, intentamos hacer palanca, el marco empieza a resquebrajarse. Vamos entrando y saliendo del jardín. Le damos ánimos e instrucciones a Sue. Rompemos tarjetas de crédito caducadas y dejamos algo chungo el DNI de D. Nos pasamos cigarrillos por la ventana de la cocina.
Empujamos la puerta, damos martillazos aquí y allá. Sue parte el martillo. En un momento dado, Mademoiselle E. (desde el jardín) y Sue (desde el baño) entonan el “cumpleaños feliz” dedicado a Quic. Pero él no se entera porque… ¡se ha quedado dormido en plena crisis!
La puerta está agrietada, el embellecedor descascarillado, la pletina interior torcida, el marco fuera del plano de la pared, Mademoiselle E. reparte cigarros y ánimos bajo la lluvia, G. repite una y otra vez Con que un segundo, ¿eh Sue?... Quic ronca y yo no puedo sino llorar de la risa … de perdidos al río… ¡tiremos la puerta abajo! D. se lanza repetidamente contra la puerta, y rebota contra las paredes y estanterías del pasillo. G. hace lo propio y termina cayendo de culo con notable dolor allá donde la espalda pierde su casto nombre. D. lo vuelve a intentar, y el panel central cede. Conseguimos una raja considerable.
Entra en juego ATT (que ya antes había dado notables caderazos a la puerta) y empieza a soltar patadas a diestro y siniestro, hasta que su pierna atraviesa la puerta. Ahora sí tenemos un agujero de verdad.
D. intenta en vano abrir a través del agujero. Arrancamos un poco más con las manos y hacemos un hueco lo suficientemente amplio para que Sue pueda salir de allí. Primero lo intenta de cabeza, y luego lo consigue sacando los pies. Les echo a todos de casa. Son más o menos las seis y algo.
Quic sigue roncando. Pero yo he decidido que por mis huevos quito ese maldito picaporte interior. Me meto en el baño por el agujero y tras mucho esfuerzo arranco el maldito tornillo de la amargura. No sirve de nada. El mecanismo está fuera pero la puerta no se abre.
Son las siete y media, mejor me voy a la cama. A las 11 me despierto y empiezo a recoger trozos de madera de toda la casa. Quic se levanta con arcadas, pero no entra por el hueco de la puerta del baño. Cojo unos alicates y empiezo a arrancar trozos hasta que Quic puede entrar.
Por fin llega mi cuñado: ese héroe. En 15 minutos consigue sacar el mecanismo interior de la cerradura y, por tanto, abrir la puerta. Y en otros 10 minutos consigue un cartón y me lo pone en la puerta para que, provisionalmente, tengamos en el baño un mínimo de intimidad.
En fin, ¿quieren ustedes pasar una noche divertida? ¡Vengan a ATT’s house! Eso sí, vengan ustedes pronto, porque aunque (sorprendentemente) los vecinos no se han quejado, después de lo de anoche no creo que tarden mucho en hacerlo.