22.3.06

Matarile - rile - rón


Estoy preocupada.
Muy preocupada.
Últimamente, sueño casi a diario con que me cargo a alguien, y casi siempre es alguien cercano a mí. A quien se supone que quiero. Es más, casi siempre es aquél con el que comparto la casa y la cama.
Hay veces que no los mato yo, sino que se mueren solos, pero de las formas más extrañas. Y no suele darme pena.

En los sueños siempre es un rollo en plan huy, ha muerto, qué pena y ya.


¿Qué me pasa, doctor?

13.3.06

Llevo un look a lo Audrey, y yo sin enterarme.



El viernes, al salir de currar, fui a la peluquería.
Como de costumbre, le di a la Srta. Peluquera las tres pautas básicas (muy cortito, con la nuca despejada y que no tenga obligación de peinarme a diario) y, por lo demás, le dije que hiciera lo que tuviera por conveniente.
Esta táctica a veces da unos resultados estupendos, y otras veces sales de la pelu hecha un adefesio. Todo depende del talento/lo inspirado que esté ese día aquél en cuyas manos pones tu cabellera.
Qué se le va a hacer, peligro es mi apellido.
El tema es que, a más inri, le dije que mejor no me peinara mucho, por aquello de que según saliera me iba a poner el casco y, claro, no iba a servir de demasiado que ella invirtiera su tiempo, y yo mi pasta, en un peinado que iba a durar escasos tres minutos.
Salí de la peluquería con ganas de llorar, convencida de haberme convertido, previo pago, en un niño recién salido de un cole de frailes.
Una vez habiendo pasado por casa, haciendo el justo uso del bote de espuma y de estas manos que Dior me dió, habida cuenta de que no iba a volver a coger la moto, me peiné y me puse bien mona, recuperando mi escasa femineidad y algo de mi autoestima. Y, sobre todo, huyendo de los monjes benedictinos que me perseguían para castigarme por no ir a clase.
En definitiva, peinándome un poquillo resulta que el corte tiene aceptable éxito de crítica y público.
Pero eso no me tranquilizaba, porque (joder, lo dije bien claro) no quiero verme en la obligación de peinarme cada día, antes y después de coger la moto.
Esta mañana me he pasado 10 minutos delante del espejo asumiendo que apartir de ahora, entre semana, mi nuevo nombre será Fray Julián, por ejemplo.
Pero, oh, sorpresa (y hora viene el porqué del título del post), al entrar en el despacho me ha dicho una chica "Qué guapa estás, con ese flequillo que te han dejado eres clavadita Audrey Hepburn (sí, he tenido que buscar en google cómo se escribe el dichoso apellido) en Desayuno con Diamantes".
Coño, no es mal piropo, no.
Claro, que la chica ésta es mi empleada (por así decirlo) y le pago un pastón. Qué menos que hacerme la pelota, ¿no?
Pero, mirad, a nadie le amarga un dulce. Y a una le hace ilusión que la comparen con la Hepburn. Así que ahora estoy feliz cual perdiz con mi corte de pelo, sin peinar ni nada.

10.3.06

El placer de comer.


No pienso dejar que sea Quic el único que presuma de cocinitas, cuando todo lo que es entre fogones (y es bueno, muy bueno) me lo debe a mí.
Así que, puestos a presumir, ahí tenéis el arroz negro que mi santo y yo nos metimos anoche entre pecho y espalda. Se supone que era para dos personas, lo que nunca dije es cuántos días se alimentarían a base de arroz esas dos personas.
He de advertir que mi torpeza como fotógrafa no le hace justicia a mis dotes como cocinera y que, además, hay que tener en cuenta que lo hice en tres fases, debido al poco tiempo libre del que dispongo.
Así, el miércoles noche hice el caldo, el jueves por la mañana hice el sofrito y el jueves por la noche añadí el arroz y dimos buena cuenta de él.
Comí tanto que creo que mi pesadez de estómago ha influido en mis sueños de esta noche en los que me empeñaba en matar a mi santo apuñalándole por la espalda.
Si algún día muere así, no busqueis más: fui yo.

8.3.06

8 de Marzo: Día de la mujer trabajadora.


Ayer me dijeron eso de: joder, no actualizas. Pues no, no actualizo. Sé que no podéis vivir sin mí, pero no soy una tía especialmente ocurrente y, como últimamente no me he hostiado, pues no sé de qué escribir.
Tengo pendiente un post sobre los carnavales, pero está en el horno todavía.
Así que, en aras a calmar vuestra ansia de mí, escribiré o, más bien, haré un corta y pega (con mucho estilo, eso sí) de lo que mi amiga Ele nita me mandó ayer, esperando que me ayudara a no pensar que el día de la mujer trabajadora es una soberana gilipollez.
Esta mañana se lo decía a mi santo: no sé si soy mujer, pero trabajadora, un rato sí que lo soy. Y, como tal, me pareció interesante lo que L me mandó, así que aquí os lo dejo.
Un 8 de marzo de 1857, una marcha pionera de obreras textiles recorrió los suburbios ricos de la ciudad de Nueva York para protestar por las miserables condiciones de trabajo.
El 5 de marzo de 1908, en esa misma ciudad comenzó una nueva huelga de las obreras textiles, quienes reclamaban la igualdad salarial, la disminución de la jornada a diez horas y que se permitiera un tiempo para la lactancia.
Un suceso que horrorizó al mundo entero, y que tuvo lugar en el contexto de esa huelga, ocurrió en la fábrica Sirtwoot Cotton, donde más de 100 mujeres perecieron en un fuego provocado por el propio dueño de la fábrica, como respuesta a la toma pacífica del local por las obreras en huelga.
El año 1977, las Naciones Unidas declararon el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. El color lila con que se identifica este día se debe a que de ese tono era el tejido que estaban confeccionando las obreras el día que murieron.
El Día de la Mujer Trabajadora es una conmemoración y no una celebración. Un día en que las mujeres exigen ser tratadas con el respeto que se merecen todos los seres humanos.

2.3.06

Mi moto y yo, el retorno.

Y vuelta la burra al trigo...

¿Creíais que había finalizado el culebrón de mi moto? (Sí, sí, es la de la foto, y, por cierto se llama Moto, Severa Moto)

Pues os equivocabais, mis pequeños blogovidentes. Cometisteis un garrafal error, mis queridos amiguitos del progressive.

Ayer, viniendo de camino al curro, tuvo lugar el quinto desastre.

Iba yo tan feliz, habiendo descubierto un camino más corto para venir al curro, con doble capa de guantes para proteger mis delicadas manos, monísima toda yo....

Cuando, de repente, sin venir al caso, y con muy mala educación, un grandísimo hijo de puta decidió, en el último momento, que le era absolutamente necesario torcer a la izquierda PERO YA, cuando iba circulando por el carril de la derecha, en una vía de no menos de cuatro carriles (pa' contar los carriles estaba yo, no te jiba).

¿Acaso era un obstáculo que yo, impertinente de mí, fuese circulando tan tranquila por mi carrilillo central? ¡No, hija, no!

Como dicen los Faemino y Cansado: soy madrileño, para mí un minuto es fundamental (o algo así, ya vendrá Quic a corregirme)

La cosa es que, no sé cómo ni porqué, pero el muy cabrón me arrolló y se piró, y allí me quedé yo, debajo de la moto, rogando a Dior para que los coches que venían detrás tuvieran a bien perder un minuto, frenar, y no pasarme por encima.

De cómo luego, reanudada la marcha, me di cuenta de que mis medias habían quedado para el arrastre, de cómo mi rodilla siguió sangrando hasta la noche, de cuánto y qué me duele hoy... hablaremos en otro capítulo, que ahora me voy a cenar al coreano. Ahí os quedais.

Buenas noches, y buena suerte.