Yo no tengo piscina en casa, ni en la de mis padres, ni en la casa de la playa. Lo más parecido a una piscina que hay en mi entorno es una piscina vacía, con filtraciones y con la depuradora rota que hay en casa de Mari-Ici, y una piscina hinchable para niños tamaño industrial que ha puesto Mari-Ici en su jardín (para suplir las carencias de la otra) y en la que me he remojado este verano una sola vez.
Todas las semanas me planteo ir al menos un par de veces a la piscina pública, pero por unas cosas u otras al final no voy. Sin embargo, me encanta la piscina, me gusta casi más que el mar, aun cuando la considero mucho menos higiénica.
Todos mis recuerdos de verano de mi niñez (y por niñez me refiero a todo el tiempo transcurrido desde que tengo memoria hasta que empecé a currar, y a tener sólo un mes de vacaciones) van estrechamente ligados a una piscina en concreto, en la que recuerdo haber pasado prácticamente los mejores ratos de mi vida.
Y no sé por qué le tengo tanto cariño a esa especie de alberca, cuando en las piscinas en general he tenido experiencias verdaderamente atroces. A saber, a modo de ejemplo:
- Contaba yo con más o menos tres añitos, y me daba miedo subir al trampolín alto de esa piscina en concreto de la que digo tener tan buenos recuerdos. Uno de mis hermanos mayores, concretamente con 19 años más que yo, me convenció para subirme con él, bajo la vil argucia de prometerme tirarse conmigo en brazos, de pie y sin soltarme hasta que entraramos en el agua. Acepté, subimos a aquél trampolín cuya altura no recuerdo (pero creedme, era muchísima, sobre todo comparada con la mía en aquella época), me cogió en brazos, saltó y en el preciso instante en que sus pies tocaban sólo el aire, no sólo me soltó, sino que realmente me lanzó hacia arriba, empecé a dar vueltas y finalmente estrellé mi panza contra el agua en un acto doloroso que aún hoy, 23 años después, me pone los pelos de punta recordar.
Qué leche no me daría que todos mis hermanos, presentes en aquél cruel y doloroso momento, se tiraron a por mí al agua ante el unánime pensamiento de "la niña s´ha matao".
- Desde entonces le tuve terror a las alturas, a los puentes y a ese trampolín en concreto. Terror que se me ponía en el corazón y en la garganta cada vez que veía a uno de "los mayores" hacer el gilipollas saltando de ese trampolín, pero, en lugar de hacerlo hacia el frente, hacerlo de lado, desafiando la posibilidad de hostiarse contra el trampolín mediano (que estaba en la trayectoria lateral) o, en su defecto, contra el bordillo de la charca.
Eso le ocurrió unos cuantos años después a un hombre al que no conocía, que se tiró de lado y se abrió la cabeza contra el bordillo. Creo recordar que no murió, pero que fue un acontecimiento que podríamos calificar como muy desagradable.
- De por sí aquella piscina era un desafío contra la higiene, principalmente porque los miércoles hacíamos en ella fiestas con barra libre de cerveza y sangría que duraban hasta altas horas de la madrugada y en las que, os podéis imaginar, en la piscina se derramaban toda clase de líquidos (con y sin tropezones), excepto cloro precisamente. Ahora, que nosotras, ni cortas ni perezosas nos metíamos en la piscina al día siguiente de las fiestas, no sólo para limpiar el fondo y paredes de la misma, sino, muy principalmente, para agenciarnos la pasta que se le había caído a la gente que, voluntaria o forzosamente, se había dado un chapuzón con toda la vestimenta.
Mítica es aquella vez que, a la mañana siguiente a una fiesta, encima de una mesa fueron encontradas dos huellas humanas, y, entre las mismas, una excreción de considerable dimensión (una pedazo de mierda, vaya). Vale que no es en el agua piscinera, pero es su entorno, así que me vale como anéctoda de piscina.
- Y, por último, no puedo dejar de contar otra experiencia, en otra piscina, pero del mismo modo, altamente desagradable. Fui con mi hermana mayor y con una amiga de aquella epoca colegial a una piscina capitalina. Como era un dia de libertad sin padres, nos hinchamos a comer guarrerías, a tirarnos "a bomba", a corretear y a jugar, hasta que forzosamente hubimos de abandonar la piscina bajo riesgo de que nos obligaran a limpiar el estropicio que mi amiga hizo al vomitar en el agua los tropecientos frigopies que se había comido. Estropicio que yo incremente al vomitar ante la asquerosa imagen que regurgitación rosadita de mi amiga flotando en el agua.
Umm, qué ganitas de verano, de piscina y de sardinas asadas.
6 comentarios:
yo que he estado presente en todas estas anecdotas, he de decir que el trampolin es, seguramente, mucho más alto de lo que os imaginais, porque es alto el jodido, que su leche fue descomunal, y que yo experimenté una parecida, siendo mayorcita, y haciendo las gilipolleces que att narra, concretamente subiendome en hombros de mi hermano y tirandonos los dos a la vez de cabeza, mi hermano saltó mal, y yo cai de panza, hasta el fondo, del cual no tenía fuerzas para salir y tuvieron que sacarme, no paré de temblar en un buen rato y los moratones del dia siguiente ocupaban todas mis extremidades.
Pero como mis anecdotas de esa piscina podrían llenar un libro, las dejaré para otro día, pero si deciros, que siempre que me preguntan un momento que revivir, siempre elijo uno de esos maravillosos veranos, en los que att, nazareus y yo cantabamos de forma vergonzante, jugabamos al pumba!, y caminabamos diariamente hacia la piscina, en una imagen que no se porq me recuerda a "stand by me".
"(un pedazo de mierda, vaya)"
Mira que tienes gracia, cabrona.
Después de leer lo de la "regurgitación rosadita", Copycat se ha marchado al cuarto de baño. ¿Casualidad? En cualquier caso, espero que este post no produzca daños colaterales en Casa Arbusto, estimada Att.
Por cierto, que me dice Copy que me has puesto un link bajo el estupendo título de "El antifan de Busta". Ahora me toca devolver la cortesía.
Cómo puede ser que coincidamos en tantas cosas, guarrilla mía.
La piscina ha sido el mejor momento del verano a lo largo de toda mi vida y lo cierto es que estamos entrando en agosto y sólo me he remojado 2 veces en una piscina en lo que llevamos de verano...
Las cosas cambian.
Para mi (que ya he vuelto a Madrid)la piscina también es el sitio que recuerdo con más cariño, también pese a las múltiples lesiones que he sufrido como consecuencia de su uso. Nos vemos en breve.
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