DOMINGO 6 DE AGOSTO DE 2006
A las 09:00 AM habíamos quedado con Marco y su gente para que nos llevaran a dar una vueltita por Harlem. Llegaron a las 09:15, lo cual, aunque nos acojonó un poquillo, a mí me vino muy bien para echarme algún cigarrito.
Llegó un autobús repletito, principalmente de catalanes, (ays, que me perdonen pero qué manía les estoy cogiendo. ¡Están en todas partes!) y empezamos el tour.
Yo, de verdad, que no entiendo mucho estos tours, vamos que no entiendo a la peña que se hace un tour y otro y otro, ¡no ves nada! Desde el autobús te van diciendo: a la derecha tal, a la izquierda Pascual, y si, como en nuestro caso, resulta que vas en la última fila y no tienes ventanas ni a la derecha ni detrás, pues no te enteras de nada.
Luego, cuando paran, te dicen: tenéis dos minutos, y aquello se convierte en una competición de saca la foto antes de que se cuele en medio esa puta vieja. Y claro, realmente no ves el sitio en el que estás, sólo lo fotografías. Y gracias a la maravilla de la tecnología de la fotografía digital, y aprovechando que, total, desde el autobús no ves la calle, pasas de lo que Marco va diciendo que verás a la derecha y aprovechas para ver el sitio que has fotografiado con tu camarita.
- Huy, esta se te ha movido un poquito.
- Claro, no te jode, como que me ha empujado el viejo aquél.
- Ah, y oye, ¿en ésta no se supone que salía yo? Si he posado y todo.
- Sí, estás detrás del bolso de esa señora.
En fin…
Que hicimos una parada en el Memorial al General Grant y después nos adentramos en Harlem, que no es ni de lejos tan fiero como lo pintan.
Hicimos otra parada express en el Cotton Club, y, ante mi absoluta incomprensión, la mitad de autobús pasó de bajar. O sea, os matáis para fotografiar la tumba del puñetero general y no os arrodilláis ante la imagen del Cotton Club. No, si esto me hace entender por qué me convertí en un ser muy poco sociable.
Pues ellos se lo perdieron, porque estaban limpiando el local y allá que nos colamos e hicimos unas fotitos chulas chulas. Pensamos que algún día estaría bien ir a tomarla allí, pero luego el cansancio y mi creciente dolor de gemelos lo hicieron poco probable.
Volvimos al autobús, a sentarnos al lado de la adolescente siniestra (era muy, muy siniestra, rara y algo tonta, toma insulto gratuito) y nos encaminamos hacia la única casa Colonial que queda en la zona (nos preguntamos, clarísimamente, si también nos enseñarían una de la época de antaño). Muy bonita la casa, pero más bonita la calle que había al lado, muy típica, con coche de poli incluido.
Y, hala, a correr, que no llegamos a la misa. Desde el autobús fotografié el Teatro Apollo, y entre el autobús y la iglesia a duras penas fotografié el edificio donde están las oficinas de Clinton, que ha provocado un encarecimiento de la leche en el suelo de la zona.
Y por fin llegamos a la Iglesia para asistir a una misa Gospel. Yo pensaba que sería una misa bastante adulterada, por aquello de que había 10.000 autobuses de turistas en la puerta, y que realmente no tendría nada que ver con lo que es una misa de verdad.
Pero ahora realmente creo que no es así, porque había mogollón de lugareños, que digo yo que no irán si no es una misa – misa.
La cosa es que la Iglesia era en realidad un teatro gigante, con la parte de arriba reservada a los turistas, aunque había también bastantes gentes autóctonas. Cuando subes hay un negro gigante que te dice dónde te sientas, y que luego vigilará todos tus movimientos para que no te descantilles ni un tanto así.
Muy fuerte el detalle de que antes de entrar Marco nos dijera lo siguiente: “Son un poco maniáticos con el tema de que no se saquen fotos, así que para entrar esconded las cámaras y luego ya dentro las sacáis”. Ni que decir tiene que Quic y yo no nos hemos traído ni una sola foto de la misa.
Pero la gente no se cortó ni un pelo. Un tío que teníamos dos filas por delante saca el móvil y hace una foto, el negro grande llega y le dice que nada de fotos, el tío la guarda, el negro se va, el tío saca otra foto, al negro se le escapa, el tío saca una tercera foto y el negro se le acerca, le toca por detrás y le dice, gestualmente, “van dos, a la tercera te vas”. El tío debió cagarse por fin, porque ya no sacó más.
A la salida se vanagloriaba de su hazaña. Dios, me quedé con las ganas de decirle “pero qué grandísimo gilipollas eres, majo” y esta vez no hubiera sido nada gratuito el insulto.
Pero en honor a la verdad he de decir que a mí también me regañó el gordo negro, pero fue un simple error. Estábamos todos de pie, porque el predicador estaba hablando y yo vi que algunos lugareños se iban sentando. Yo estaba reventada, así que siguiendo a los lugareños, me senté. El negro me tocó el hombro y me dijo que “pa arriba, chata, que aquí los lugareños faltan al respeto cuando quieren pero tú no, mientras yo pueda impedirlo” (poco más o menos). Así que me acojoné, me levanté y poco más.
Pero, bueno, a lo que íbamos, que la misa fue acojonante. Tuvimos suerte, pues ese fin de semana tocaba un coro mixto, que son los mejores, los más bonitos. Qué voces, qué pelos como escarpias, qué ganas de llorar de la emoción. De los espectáculos más bonitos que he visto en mi vida. Como decía Quic, es que así claro que mola ir a misa.
Y muy real todo lo de las películas: los negros se levantan, se pasean, gritan, se contonean, aplauden…. Igual que el predicador, que habla bien poco casi siempre para decir Aleluya y poco más. Igualito que los curas católicos españoles, vamos.
No sé, por un lado, da un poco de palo ver como un espectáculo lo que para ellos es una ceremonia religiosa a la que asisten con absoluto fervor. Pero por otro…joder, qué espectáculo.
De vuelta al autobús nos llevaron al centro, y flipamos al descubrir que alguna gente (por no decir gentuza) había contratado un tour… ¡para ir de compras! ¡Para ir de compras por la 5ª Avenida! (no te creas tú que por algún sitio inalcanzable o interesante por sus chollos) ¡Y costaban nada menos que 75 dólares por cabeza! Verdaderamente impresionante. ¿Y qué, para ir a cagar también habéis contratado un tour?
Nos soltaron en la placita donde está la tienda Apple (que no, no me acuerdo cómo se llama la plaza) y allí nos tomamos el primero de los que serían los muchos perritos que comeríamos en esta ciudad, empezamos a caminar e incumplimos el primer plan que me había propuesto: dejar las compras para los últimos días.
Disney, Nike, NBA, Modell´s, Toys ‘r’ us… me volví loca a comprar y comprar. Qué peligro tiene esta ciudad, como dice Naz, esta gente es especialista en vender cosas que tú necesitas llevarte a casa. Mi mejor adquisición (que me costó un precio que prefiero no recordar) fue un pijama de cirujano de Urgencias en la tienda de la NBC.
Cuando nos cansamos de comprar (¿cansarnos de comprar? ¡Nunca!) nos fuimos a ver deporte, que no practicarlo, y estuvimos viendo un partido de basket en la famosa “The Cage”, en la W 4th St., no me digáis que no la conocéis, ignorantes de la vida. Venga, os daré una pista, que hoy estoy generosa: es donde se rodó un famoso anuncio de Nike y allí se juega la liga amateur más famosa de NY, la Liga W4th, que no tenéis ni idea de nada.
De allí cogimos un taxi al hotel, que íbamos cargados como mulas.
Me duché, y mientras Quic hacía lo propio, preparándonos para salir a cenar… me quedé dormida y por más que lo intentó Quic, fue absolutamente incapaz de hacer que me moviera. Incluso una vez me levanté y me puse los pantalones, pero luego lloriqueé y volví a tumbarme.
Quic se hartó y bajó a comprar pizza para cenar, mi trozo me lo desayuné al día siguiente y me supo a gloria bendita.