30.9.06
25.9.06
De por qué mi vida es un esperpento.
Dicen que los polos opuestos se atraen, y que dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma opinión (o condición, el refrán cambia por familias). En mi caso, yo creo que Quic y yo compartimos vida porque con lo desastre que somos no podríamos compartirla con nadie más.
18.9.06
El ciego del subnormal.
Este ha sido, por motivos que no voy a hacer públicos (al menos, no por este medio) uno de los peores fines de semana de mi vida Empezó dejándonos sin esos tres días de playa y relax que teníamos programados y siguió con mucho estrés, mucha tensión, mucha responsabilidad, mucha preocupación, y muy pocas (pero muy pocas) horas de sueño.
Para relajarnos de todo eso, el domingo decidimos tomarnos unas horas de descanso e irnos a la casa de campo a comer, con colegas, con sus hijos, con sus perros... Pero no iba a ser la comida bucólica que esperábamos porque estaba claro que este no era mi fin de semana, pero yo no me había percatado de ello.
Salimos de casa, dispuestos a pasar unas horas estupendas, y ocurrió el primer desastre: Mari Puri no arranca, se ha quedado sin batería (de flipar, porque estando quieta todo el mes de agosto tenía la batería como una rosa, y este fin de semana, que ha estado de un lado para otro, decide quedarse sin batería). Llamo a mi hermana: "Oye, que no vamos, que estoy sin batería y voy a llamar al RACE". "No llames, que seguro que tardan un huevo en ir. Voy para allá y le ponemos las pinzas, que tardamos menos".
Vienen, ponemos las pinzas y... nada. La batería está tan descargada que no sirve de nada. "Mira, que le den. Nos vamos en tu coche y ya me preocuparé de llamar al RACE esta noche".
Nos vamos, nos perdemos gracias a Gallardón y a sus zanjas. Nos pilla el atasco del siglo, pero no desistimos y por fin llegamos a la casa de campo. Hemos quedado en el lago pero... oh, mierda, la casa de campo está cortada, y desde dónde hemos entrado no se puede llegar al lago. Llamamos a aquellos con quienes hemos quedado: no hay problema, no llegamos tarde, llevan una hora perdidos por la M-30.
Tras vueltas y vueltas, y atascos y atascos, nos reunimos todos en el lugar convenido. Eran las 16:30h y a las 17:30 h. teníamos que irnos a ocuparnos del asunto que nos ha traído de cabeza el finde, pero, mira, al menos tenemos una hora de relax.
El coche estaba aparcado en una calle cortada, y no sabíamos como salir de la misma. Mi cuñado: "da la vuelta y sal por esta misma calle" Mi hermana "no, es dirección prohibida" "No puede ser dirección prohibida, porque la calle está cortada y por algún lado hay que salir" "Bueno, lo que tú digas".
!0 metros más allá, nos paran los municipales "señora, iba usted en dirección prohibida" "ya, verá, es que la calle está cortada y no sabía por donde salir" "tenía usted una salida un poco más allá" "ah, es que como había una señal de calle cortada..." "Documentación del vehícuo, por favor" "Tenga" "¿Permiso de conducir?" "Huy, pues no lo llevo encima" "Dejeme su DNI"
Se va el munipa... mi hermana se caga en todo lo cagable, principalmente en mi cuñado y toda su familia... vuelve el munipa "lo dejo en un aviso, pero acostumbrese a llevar el permiso encima y cuidado con las señalizaciones".
Buff, menos mal. Vámonos, anda, que ya se nos ha hecho tardísimo.
Parece que no podía pasar nada más. Pero no canteis victoria demasiado pronto. Nos paramos en un semáforo y el vehículo de delante (bueno, su conductor) decide que quiere aparcar en un hueco que hay al lado de nuestro coche, así que empieza a maniobrar hacia atrás sin mirar si algún coche le impide el paso y sin, por supuesto, darnos tiempo a recular para dejarle el sitio libre.
Aún no sé cómo, pero el tio consiguió meterse en el aparcamiento sin darnos. Y entonces mi cuñado hizo lo único que nos ha hecho reir este finde. Le miró y, aturullado, le dijo "¿Tú eres el tonto del culo o el ciego del subnormal?". No sé si fue tan gracioso, o fue la tensión acumulada, pero a todos los del coche se nos saltaron las lágrimas y no paramos de reir en un buen rato.
Bueno, ya no puede pasar nada más. Sigamos el atasco hasta atocha, dejemos a Quic en el tren camino a casa y los demás encaminemonos a nuestro destino, que ya vamos tarde que te cagas.
Dejamos a Quic y.... oh, horror, la castellana está cortada. Media vuelta, atasco infernal, desesperación ¿qué más puede pasar?. LLegamos a nuestro destino a las 19:30 h. y parece que mi mala suerte se ha quedado en el coche, por fin.
Pero no, Quic me llama y me cuenta que se ha ido sin llaves y no puede entrar en casa. ¿Es o no es para ahorcarse?
Al menos, cada vez que me acuerdo del ciego del subnormal, me descojono.
14.9.06
Urgencias.
Me confieso una verdadera enferma, psicópata y obsesivo – compulsiva en lo que a series se refiere. Son muchas las series de TV que me apasionan, bastante las que me gustan y prácticamente todas soy capaz de tragármelas un día tras otro aunque me parezcan patéticas. Así, por ejemplo, de Hospital Central habré visto no menos de 10 capítulos y me parece una de las peores series que jamás se han emitido.
He de reconocer que en algunas ocasiones he llegado a avergonzarme por mi afición a las series, por ejemplo en estas vacaciones, en las que, con tanto tiempo libre, me aficioné a Los Serranos y llegué a tragarme 8 capítulos seguidos. Al final, hasta me reía a carcajadas. Un drama, vamos.
Pero, respecto a otras series, me siento muy orgullosa de declararme fan incondicional. Y una de ellas es Urgencias, la serie entre las series. La mejor serie de la historia de la TV, sin duda alguna.
Y si me siento orgullosa no es sólo porque la serie sea realmente cojonuda, que lo es. Es una serie con la dosis justa de emoción, con esos capítulos de inicio de temporada en la que todos estaban a punto de morir o de matar que te enganchan para el resto del año. Tiene también la dosis justa de cursilería, con las relaciones entre los distintos personajes. La dosis justa de dramas, con muertes de las que nunca nos recuperaremos. Y la dosis justa de humor, con ese Dr. Romano, que hasta cuando drámaticamente salió de la serie, lo hizo de forma graciosa.
Por otro lado, las tramas son siempre interesantes, los movimientos de cámara cojonudos, y, según me confirmaba el otro día una amiga médico, unos guiones muy verosímiles.
Pero como digo, no me siento orgullosa de ser fan de Urgencias porque sea una buena serie, sino porque, gracias a TVE, para seguir Urgencias con regularidad hay que echarle dos cojones y un palillo.
Jamás entendí que una serie tan buena sea tan maltratada por nuestra querida televisión pública. Conozco gente que no la ha visto, o que es incapaz de seguirla, pero no conozco a nadie que la haya visto y no le haya gustado, y sin embargo, TVE le da un trato horrible.
Hace por lo menos 10 años que la emiten sin horario fijo, sin día fijo. Lo mismo te la ponen a las 00:15 h de un martes, que a las 01:25 h de un jueves, que a las 02:35 h. de un sábado. Algo así como con Días de cine, vamos.
Durante unos años, cada principio de temporada la empezaban a poner en prime time, a las 22:00 h de un miércoles, por ejemplo. Y tú pensabas, coño, ya era hora de que se dieran cuenta de que Urgencias es mucho mejor serie que Hostal Royal Manzanares y/o Ana y los 7 (suponiendo, que es mucho suponer, que tales engendros merezcan el calificativo de serie).
Pero tu gozo en un pozo cuando llegaba el miércoles siguiente, y a las 22 h te plantabas delante de la tele y ... a) tenías un interesantísimo Belice – Trinidad y Tobago, sub – 20 clasificatorio para el mundial 2038, b) te encontrabas con los mejores momentos de Lina Morgan en “La tonta del bote”, c) Te deleitabas con la decimocuarta gala “Murcia, que bella eres”.
¡Iros a tomar por culo, hombre ya!
Mi teoría es que, dado que los fans de Urgencias somos seres inteligentes y, por tanto, somos fans incondicionales, y dado que decidieron ponerla en un horario decente cuando habían emitido ya unas cuantas temporadas (y, por tanto, la gente que no había visto éstas, se veía ya incapaz de empezar a seguirla), el resultado fue que la serie tenía la misma audiencia a las 22 horas de un miércoles que a las 03:27 h de un lunes, fenómeno que, sin embargo (y vaya usté a saber porqué) no ocurre con “Murcia, tenemos un problema”.
Finalmente, los señores simpáticos que deciden la parrilla del Ente Público, han tenido a bien, pese a que hace ya muchísimo tiempo que finalizó la última temporada emitida (tanto que ni me acuerdo), no anunciar siquiera si piensan emitir la siguiente. De cuando piensan emitirla, ni hablamos.
Y yo, que tengo en casa, grabados, pendientes de ver, 4 capítulos de 24, 4 de la Casa Blanca y unos 5 de perdidos; que tengo pendiente de bajarme Prisión Break, para echarle un ojo; que tengo por ahí dos dvd’s que nos pasó una amiga de The Young Ones; que también sigo fielmente Anatomía de Grey, Mentes Criminales y Entre Fantasmas; que hoy a las 22 h. no me pierdo el capítulo de Médium que en el anuncio parecía interesantísimo, que seguiré en cuanto empiecen las nuevas temporadas de Alias y de Mujeres Desesperadas... con eso y más, tengo un mono de Urgencias que no me cabe en el cuerpo.
¿Qué me pasa, doctor?
12.9.06
Coleccionables.
En las tres últimas semanas del verano, además de dedicarme a leer y a contar el viaje a NYC, vi mucha, pero mucha, tele.
2.9.06
NYC VII y Final.
Empezamos el día paseando por Central Park, por la zona que, en honor a John Lennon, se llama Strawberry Fields. Por fin hoy encontramos la estatua de Alicia en el País de las Maravillas, y la de Hans Christian Andersen.
La gente es muy maleducada, y los niños hijos de padres maleducados, son más insoportables si cabe, por todo lo cual fue imposible hacerme una foto yo sola con Alicia, así que como recuerdo tengo una foto en la estatua con dos niños feos detrás con cara de “a ver si esta tía se marcha ya”.
Después fuimos al MET, dónde decidimos separarnos para economizar el tiempo, pues cada uno tenía ganas de ver cosas distintas. Nuevamente, tratándose de arte, dejaré que la crítica la haga Quic si quiere.
Yo, que soy mucho más banal, destacaré que un cuartucho del museo estaba dedicado a tienda de oportunidades, dónde podías comprar libros, posters, juguetes, recuerdos… que, por ser viejos o estar un poco estropeados, eran baratísimos. Nosotros adquirimos un reloj de pared de lo más chulo.
Quic me mataría si no hiciera mención a los cuadros de muñecas de Rosenquist, que le dejaron absolutamente flipado. Yo creo que lo que más me gustó fue la zona de esculturas, aunque flipé con lo pequeño que el El Pensador.
A la hora convenida nos encontramos en las escaleras exteriores del museo, y nos dirigimos a una hamburguesería supuestamente famosa que venía reseñada en nuestra guía. Lugar imprescindible en todo viaje friqui a NY que se precie: “Lexington Candy Shop" en la esquina de Lexington Av. con la E83St.
Típica hamburguesería de película, con su pared a rayas, sus taburetes, sus paneles separadores entre las mesas… no sé como describirla mejor, pero si sois seres dignos de atención, sabréis a qué me estoy refiriendo (Y si no, tal vez os ayude la foto).
De allí fuimos al hotel a cambiarnos y volvimos a aventurarnos camino al Rucker, a ver si esta vez teníamos más suerte y conseguíamos ver un partido decente. Pero no, vimos niños y más niños, qué se le va a hacer.
Eso sí, como esta vez habíamos dejado los prejuicios en casa, no pasamos nada de miedo. Como en nuestro barrio íbamos los dos más chulos que un ocho. Qué coño, que somos de Vallecas (bueno, yo lo soy sólo de adopción, pero algo es algo).
Una vez comprobado que no había partido ni ná, nos fuimos a la tienda NBA a ultimar unas compritas y quedamos con Mil y V., amigos de Quic que, casualidades de la vida, estaban también en NYC. Tuvimos una cena de lo más agradable, contándonos mutuamente en qué nos habíamos fundido la pasta y de camino adónde nos había salido esta última ampolla.
Una vez nos despedimos de Mil y V., Quic y servilleta nos encaminamos hacia nuestra primera y única noche de copas en estos lares. En la guía venían recomendados un par de garitos que tenían un lounge en el que se podía fumar, y como para mi cubata – cigarro son entes inseparables, allá que nos dirigimos. Pero resulta que no se podía entrar con zapatillas (no conocen aquí a esos chicos tan majos del El canto de loco) y claro, nosotros, como que no.
Empezamos a dar vueltas y finalmente encontramos un sitio en, creo, Ámsterdam o Columbus Av., que tenía buena pinta. Tras descubrir que los cubatas de ron no eran su fuerte, me pasé, siguiendo el ejemplo de Quic (que siempre tiene mejor ojo para esto de las copas) a los mojitos. Nos tomamos unos cuántos, no sabría precisar y nos fuimos a dormir (la).
A destacar el hecho de que, con mi escaso (más bien nulo) nivel de inglés, fui perfectamente capaz de mantener la típica conversación de cola de baño de chicas.
- ¿Esta ocupado?
- Sí.
- ¿Seguro?
- Sí.
- Tarda mucho ¿no? Porque lleva un rato sin avanzar la cola.
- Sí.
- No entiendo como algunas tardan tanto, yo no tardo casi nada.
- Ya.
Supongo que adivinareis cual de las dos interlocutoras era yo.
SÁBADO 12 DE AGOSTO DE 2006: TIENDA ADIDAS – LISBOA – MADRID – BARCELONA
Nos despertamos con el tiempo justo para ir a la tienda adidas a intentar comprarnos una bolsa deporte. La necesitábamos para poder traer de vuelta todas las cosas que habíamos comprado, y eso que nos habíamos llevado una maleta vacía a tal fin, que resultó ser claramente insuficiente.
La compramos y Quic aprovechó para comprarse por fin las zapatillas adicolor de la rana Gustavo, que las llevábamos viendo todo el viaje pero nunca tenían de su número. Curiosamente, no las tenían en a tienda adidas, sino en otra tienda de zapas que había al lado.
Volvimos al hotel, terminamos de hacer las maletas y bajamos a esperar a Marco, que el día anterior nos había llamado (ojo, a las 7 de la mañana) para decirnos que nos recogían a la una de la tarde (nuestro avión salía a las seis y media) para llevarnos a Newark.
Íbamos un poco acojonados, porque dos días antes habían cogido a los supuestos terroristas en Londres, y las medidas de seguridad se habían multiplicado por diez mil. De hecho, el día anterior habían desalojado Newark por culpa de un paquete “sospechoso”.
Lo hicimos bien, porque facturamos todo excepto mi bolso (que iba lleno de libros) y el portátil, así que pasamos el control de seguridad en cinco minutos (no había ni colas para pasarlo), eso sí, lo pasamos descalzos, y yo sin calcetines (cosa de llevar sandalias, leñe) y creo que me traje todas las bacterias de la moqueta del aeropuerto adheridas a las plantas de mis pies.
El viaje pasó bien, comida, Perdidos, lectura, dormir, comida, aterrizar. Directamente nos metieron en un coche en Lisboa, nos llevaron a pasar el control de pasaporte y vuelta a otro avión rumbo a Madrid.
Una vez aterrizamos fuimos a casa de mi madre, a verla, recoger algo de comer y, lo más importante, la cinta donde mi querida madre me había grabado los tres primeros capítulos de 24.
Tras un rato de charla nos fuimos a casa, deshicimos maletas, las hicimos de nuevo, comimos, Quic se durmió en un sillón, yo vi los tres capítulos de 24 (parándolo una vez para dar una cabezada de 30 minutos), y vuelta al taxi, y vuelta al aeropuerto, y un nuevo avión rumbo a Barcelona.
Tras intentar colarnos en casa de los vecinos por razones que no vienen al caso, llegamos al piso que habíamos alquilado a eso de las once de la noche del domingo día trece (del hotel de NY habíamos salido a lasa 13 h. del sábado) absolutamente reventados, pese a lo cual le eché dos huevos y me pegué dos capítulos de 24 antes de dormirme.